A lo largo del tiempo, las vacaciones fueron mutando de dos semanas tranquilas en casa, a mega vacaciones o programas que hoy nos dejan a todos agotados, con la billetera vacía y con ganas de que los chicos vuelvan de una buena vez al colegio. A menudo tenemos la sensación de que nuestros hijos nada les alcanza. No registramos que hay mucha gente, empresas y sociedad de consumo intentando seducir a nuestros hijos para inventarles necesidades que no son tales.

Los padres de hoy les parece inconcebible que los chicos se queden un poco más en casa, y no se dan cuenta de que es muy rico todo lo que puede surgir en ese detener el ritmo febril del año escolar y tomarse el tiempo realmente para que todos realmente descansemos. Despertarnos más tarde, salir a andar en bici, a caminar, a la plaza, dormir un rato la siesta, o darnos una panzada de alguna serie en familia.

Los adultos tenemos que aprender a decir que no y a tolerar causarles dolor a nuestros hijos para no hacer enormes sacrificios que seguramente nos lleven a enojarnos y a recriminarles lo que hicimos con y por ellos. Invito a los padres a revisar las supuestas necesidades de sus hijos para que lo que hagamos sea acorde a nuestro estilo de vida y no supere nuestras reales posibilidades. Ya sea económicas, financieras, de tiempo, energía o ganas. ¡Tampoco hablo de no hacer ningún programa!, sino de no hacerlos todos.