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Las redes sociales están más cerca que nunca y nuestros hijos acceden a ellas con tan sólo un clic. Por eso, es importante guiarlos por un camino sano, en el que aprendan a cuidar su intimidad y no exponerse de más.

Texto: Eduardo Cazenave

Todos estamos online, compartiendo virtualmente nuestras vidas. Sabemos al instante dónde comieron nuestros amigos y los amigos de nuestros amigos. Observamos sus vacaciones, sus cursos, sus proyectos, sus exposiciones, sus peinados, sus deportes, sus hobbies, su ropa. Nos enteramos de sus problemas familiares, de los logros escolares de sus hijos, de sus noviazgos, de sus peleas, de los paseos, los estudios y los cafés. ¿Compartimos o nos exponemos? ¿Somos conscientes de lo que subimos? Nuestros hijos, y en especial nuestras hijas, ¿saben a qué se exponen? ¿Dónde está el límite entre lo privado y lo público? ¿Somos nosotros paparazzis de nosotros mismos? ¿Lo subo luego existo?

Los invito a sacarnos una selfie, pero esta vez, con la mirada interior. A pensar sobre nuestra conducta de navegantes de las redes sociales y a encontrar juntos la brújula para orientarnos y, sobre todo, orientar a nuestros hijos para que no naufraguen en la travesía de sus vidas.

Los amigos virtuales
Somos muchos los que usamos las redes sociales y subimos allí opiniones, imágenes, estados de ánimo para compartirlos con nuestros seguidores. En una de las más populares, Facebook, éstos se llaman amigos. Creo que todos sabemos (y si no, es bueno recordarlo, en especial a nuestros hijos) que atrás de un perfil puede no estar de verdad la persona que creíamos. Hay mentirosos en todos lados, y en la red se esconden con facilidad. Por eso, es importante tener cuidado con qué subimos, a quiénes aceptamos como amigos y qué compartimos de nuestras vidas.

Prohibir o ridiculizar no es el camino. Mostrar la diferencia es la verdadera opción. Puede haber amigos virtuales, pero nada reemplaza el contacto personal de uno con otro. Puedo ver el viaje de un amigo, pero no hay como viajar con amigos. Puedo indicar que me gusta una foto, pero sentir el enrojecimiento de las mejillas cuando se lo digo a alguien mirándolo a los ojos no tiene reemplazo. Frente a los amigos virtuales y a los emoticones, la mejor opción es mostrar las emociones en vivo, con sudor y perfume. Un abrazo no puede compararse con miles de likes. Un amigo de verdad, llorando de risa o en silencio a mi lado es más efectivo que en la redes. ¡Pero qué lindo es acercar las distancias y saber que gracias a las redes también están esos cientos de amigos que te acompañan con cientos de emoticones!

Fotos de perfil y de frente
La intimidad es un valor que, a veces, parece olvidado y otras es traicionado. Por eso, es importante volver a ponerlo arriba de la mesa. Primero, volviendo a definirlo. Lo íntimo es lo más personal que tengo, es el corazón de mi ser, aquello que despliego en mis acciones, pero que expongo enteramente sólo a quienes creo que sabrán cuidarlo con el cariño, la fragilidad y el cuidado que necesito, aun cuando a veces yo mismo no lo sepa. Cuando uno abre su corazón y muestra su intimidad, la desnudez de su alma se expone. Vivir a corazón abierto es vivir en un estado emocional de sensibilidad. Son muchas las veces que otros pueden reírse, burlarse o, incluso, compartir lo que nosotros creímos íntimo, exponiendo lo que pensábamos que estaba cubierto. Por eso, debe haber cuidados, confianza, un real conocimiento de uno mismo y del otro, para saber que quién y cómo soy no dependen de la mirada de los demás, pero entendiendo también que no puedo compartir mi intimidad como si las miradas ajenas no existieran.

Hay que cuidarse y cuidarnos: como adultos, a nosotros mismos, y como padres, a nuestros hijos. Si son menores, debemos hacerlo decidiendo por ellos, enseñando, prohibiendo si hace falta, poniendo límites, orientándolos a valorarse, a quererse y a dejarse querer porque son para nosotros lo más valioso. Son hijos de nuestro corazón, están ellos mismos, como personas, en lo más íntimo de nuestro ser. Es importante mirarnos de frente, cara a cara. Estar en el momento presente con plena atención hacia quien tengo al lado para que la relación con el otro no sea tan solo un like en su foto de perfil, sino más bien un compañero incondicional en el camino de la vida.

Subidos a la red
Vivimos en red, vivimos enredados. Lo importante no es prohibir lo virtual, sino sostener con sogas reales las redes que la vida misma necesita. No debemos dejar que nuestros hijos vivan como equilibristas sin arneses ni redes, pudiendo en cualquier momento caerse en un precipicio sin fin. Ofrecer redes de contención es proponer vínculos, familias, amigos, testimonios alegres y vivientes de un camino por recorrer en el que compartiremos mucho más que fotos y emoticones. Un camino de amor para transitar juntos sabiendo que la vida es eso mismo que nos pasa mientras nos vamos preguntando de qué se trata la vida.

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Eduardo Cazanave
El autor es filósofo, rector general del colegio San Juan el Precursor y profesional en Fundación Padres.

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