Search
Close this search box.

Fotos: gentileza @bdalimentos

Atravesar una crisis es siempre complejo. No sabemos cuándo terminará ni cómo, y la lista de interrogantes se multiplica a medida que pasa el tiempo. Como una espiral sin sentido, nos cuesta ver la salida y confiar en que algún día volverá la calma y la serenidad. Pero entre tanta incertidumbre, si tenemos algo claro y seguro es que de ese panorama enrarecido por la inestabilidad y las dudas, no hay ni una sola vez que no podamos sacar un aprendizaje, una lección, una enseñanza.

En la década del 60, John Van Hengel, un hombre de ascendencia holandesa que vivía en Wisconsin, al sur de California, prometió un voto de pobreza y ayudar a los más necesitados luego de haberse recuperado casi milagrosamente de una parálisis parcial. Comenzó a trabajar como voluntario en la cocina de la iglesia de St. Vincent de Paul en Phoenix recogiendo los  excedentes de varias fábricas de alimentos para llevarlos a un comedor de beneficencia. Buscando un método más eficiente para distribuir la comida, John creó un depósito para organizar los productos desechados por las empresas alimenticias. Así, en 1967, nació el primer banco de alimentos que se replicó dieciocho veces en todo Estados Unidos.

Con este modelo como guía, en el 2000, año donde comenzó una de las peores crisis de nuestro país, un grupo de personas preocupadas por el crecimiento exponencial de la pobreza y viendo la enorme cantidad de desperdicios que se registraba a diario, decidieron poner manos a la obra para que esto no siguiera ocurriendo. Había una solución que solo necesitaba manos y corazones comprometidos. Muchas empresas contaban con un excedente de alimentos que, si bien era comestible y estaba en perfecto estado, no cumplía con los estándares para venderlo en el mercado. Con un poco de organización y trabajo estas toneladas de comida serían capaces de abastecer a muchos comedores y ONG.

Con la ayuda de supermercados, productores agropecuarios y miles de donantes comenzaron a construir el primer depósito de alimentos capaz de abastecer a comedores, hogares y ONG. Un sueño hecho realidad que fusionaba la ayuda concreta y las ganas de ayudar de mucha gente que buscaba donar su tiempo y recursos en una época bien complicada. Su primera entrega fue en abril del 2001, y desde ese momento, la organización sin fines de lucro trabaja ininterrumpidamente para ser un puente entre empresas productoras de alimentos y organizaciones sociales y comedores. Hoy, la ayuda llega a 901 organizaciones comunitarias que alcanzan las casi 120.000 personas.

Con la misión de “reducir el hambre, mejorar la nutrición y evitar el desperdicio de alimentos”, el banco recibe continuamente donaciones que son puestas al servicio de “menos hambre, más futuro”. Este modelo se sostiene gracias al apoyo de 36 mil donantes, 147 empresas y fundaciones y al desarrollo de eventos a beneficio. Porque donar alimentos es mucho más que saciar el hambre. Donar alimentos es el soporte que reciben muchas ONG para continuar su labor de acompañamiento y acogida de muchas personas carenciadas. Sin este primer impulso, serían incapaces de ofrecer el resto: cariño, amor, contención, ayuda, escucha.

Orden, control y mucha prolijidad

Es importantísimo generar un circuito eficiente que garantice el objetivo de la fundación, y esto sería imposible sin la gran cantidad de voluntarios que donan su tiempo, su cariño y su dinero. Gracias a la coordinación ordenada y disciplinada de cada rubro, las entregas llegan todos los meses a miles de chicos y familias. El trabajo es inmenso. El 40% de los alimentos que se reciben en donación requiere de un proceso de clasificación. Cada producto se controla especialmente para asegurar de que llegue en óptimas condiciones a los beneficiarios. Esto implica revisar fechas de vencimiento y estado del envase y del producto.

Luego, se pasa a la fase de almacenamiento en el depósito enorme que tienen en el partido de San Martín y que cuenta con seis cámaras de frío y 200 m2 de lugar para alimentos secos. Acá se carga y descarga mercadería de donantes o beneficiarios. Un software de manejo de stock permite llevar un registro preciso de los ingresos y salidas con un mecanismo de alarmas que informa los vencimientos próximos e impide la emisión de productos vencidos o en mal estado.

Los requisitos para que una organización social reciba alimentos son dar de comer en el lugar a personas con esta necesidad, estar ubicadas en CABA o en GBA y contar con personería jurídica. Con cada entrega, se solicita a las organizaciones sociales el aporte de una “contribución simbólica” que representa un pequeño porcentaje del valor de mercado y ayuda a sostener el modelo de logística y almacenamiento.

A la espera de la Ley Donal

En la Argentina, 16 millones de toneladas de alimentos son desechadas anualmente; por este motivo la Red de Bancos de Alimentos está juntando firmas para conseguir la aprobación de la Ley Donal.

En el año 2004 fue sancionada la ley de donación de alimentos en la cual, en su artículo 9, ordenaba que, en caso de haberse entregado los alimentos de buena fe y cumpliendo con las exigencias bromatológicas y de inocuidad correspondientes al código alimentario argentino, el donante quedaba liberado de responsabilidad por los daños y perjuicios que pudieran producirse luego. Con el veto de este artículo, muchas empresas no se animan a donar alimentos por carecer de resguardo legal ante cualquier inconveniente.

Por esta razón, la Red de Bancos de Alimentos lanzó una campaña de firmas para la reincorporación del artículo con el fin de alentar y favorecer la donación de alimentos.

¿Querés donar?

Se puede colaborar donando alimentos, dinero o tiempo como voluntario. Te podés contactar llamando al (011) 4724-2334 o por mail a info@bancodealimentos.org.ar.

 

¡LLEGASTE AL LÍMITE DE LECTURA DIARIO!

Logueate y seguí disfrutando de todo el contenido sin costo.