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Para algunos turistas y recientes expatriados, este es el tiempo de conseguir los mejores descuentos de verano. Algunos negocios ofrecen prendas por sólo 4 dólares y otros llegan a un 50 % de rebaja. Pero el 4 de julio además de ser fecha de una gran liquidación es uno de los feriados más importantes: es el Día de la Independencia de EE.UU., la fecha del calendario en el que se festeja la libertad.

Los fuegos artificiales de esta noche son famosos. Esperados y admirados por la mayoría de los neoyorquinos que, mirando el estallido de luces en el cielo, celebran aquello de lo que tanto se enorgullecen.

Los americanos conmemoran el nacimiento de su nación, pero son muchas más almas las que en esta ciudad festejan su nueva historia. La mayor alegría se ve en aquellos que habiendo nacido en otros lugares del mundo, llegaron con esperanza, y con el tiempo lograron otra forma de vida. Para ellos, es el día del gran esfuerzo que vio resultados, el de los sueños que ya no son utopías. Esta es la fecha en la que celebran las oportunidades que encontraron luego de haber peleado por ellas. If you can make it there you can make it anywhere (Si podés lograrlo allí, podés lograrlo en cualquier lado). A ninguna frase le encuentro tanta Nueva York como a esta.

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Hay algo en los neoyorquinos que nos sorprende a todos los que los observamos y es la libertad con la que viven. Sinceramente, creo que muchos llegan a poder mostrar su potencial porque la única mirada que les importa es la de sí mismos. Acá no interesa cómo uno se viste, de qué color lleva el pelo, cuántos kilos carga en el cuerpo, ni lo que uno hace con su vida. Cada uno camina sus calles de la forma que quiere. La voluntad, los sueños, el esfuerzo y la presencia de quienes viven Nueva York no incomodan a nadie. No hay ojos que censuren o discriminen; los juicios ajenos quedaron atrás junto a aquello que muchos dicen extrañar, pero a lo que les costaría volver a adaptarse. Son incontables las personas que descubren en este lugar que han vivido reflejándose en miradas ajenas. Algunos dicen ya no poder volver a vivir como lo hacían y por esto muchas veces se paga un precio afectivo.

En Nueva York la otra cara de esta gran libertad es la soledad. Esta ciudad no es para cualquiera. Tantos meses de frío sumados a la distancia en las relaciones la convierte en un lugar repleto de gente que está muy sola. Es muy llamativo el ver que hay algunos para quienes el vínculo más importante es el que tienen con su perro. Los neoyorquinos son extremadamente individualistas; cada uno vive en su propio mundo, nadie se acerca espontáneamente a otra persona a pesar de necesitarlo. Recuerdo el día en el que escuche decir a un americano “A mí el otro jamás me importó, y desde que llegué a Nueva York, no tengo que andar disfrazando este sentimiento”. Me acuerdo de sus palabras cada vez que subo a un ascensor y no recibo saludo, cuando un anciano o embarazada necesita un asiento y tiene que quedarse de pie o cuando alguien llora frente a tantas miradas esquivas.

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Los logros suelen ser proporcionales al esfuerzo. No hay proyecto ni sueño imposible y esto muchas veces hace que no haya un límite; las horas del reloj no alcanzan. Viven en una interminable carrera hacia el próximo objetivo. En esta ciudad hay una enorme independencia de la mirada del otro y al mismo tiempo, en  muchos casos, una tremenda falta de tiempo.

El 4 de julio mientras miramos el cielo celebrando la libertad somos muchos los que pensamos en esto.

Vicky,
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