Texto y fotos: Sofía Stavrou

La ciudad uruguaya del departamento de Colonia es uno de los refugios (casi) secretos de nuestros vecinos orientales. La realidad es que ya hace años que los argentinos son habitués de Carmelo, pero los turistas internacionales descubrieron este destino hace muy poco.  A orillas del  Río de la Plata esta ciudad de unos 20.000 habitantes tiene con qué sorprender:

  • La paz y tranquilidad (¡absolutas!)

Es el lugar ideal para desenchufar y conectar con la naturaleza, para descansar y olvidarte del wifi y los mails pendientes por un buen rato. Los 242 km que la separan de la capital uruguaya, son distancia suficiente para dejar de escuchar bocinas o esperar a que el semáforo cambie a verde para avanzar. Acá los caminos se andan en bicicleta, la costa se recorre a caballo y lo único que frena a los autos son las tranqueras o alguna liebre que se cruce por la ruta. La mejor parte es que, como toda ciudad pequeña y autóctona, la siesta ¡es sagrada!

  • La bodega de Narbona

La uva nacional es la “tannat”, roja y de origen francés, y es uno de los tesoros más cuidados de la región: los vinos taninos son suaves, de cuerpo elegante y tienen notas a mora. La degustación de una (o varias) copas es obligatoria y el mejor lugar para hacerlo es en la bodega Narbona, un clásico familiar de Carmelo. También tiene una cocina exquisita para almorzar o tomar el té en la galería o en su jardín interno (uno más lindo que otro) o reservar una comida íntima puertas adentro.

  • Los atardeceres

Si son junto al río, mucho mejor pero la realidad es que cualquier lugar desde el que puedas ver la caída de sol, va a ser glorioso. En el auto desde la ruta, en medio de un camino de tierra y pinos, en alguna playa, sobre la terraza de Casa Chic, desde el faro o en algún viñedo en medio del campo, vas a enamorarte y conectarte con el momento más lindo y mágico que tienen los días en esta ciudad.

  • El golf

Seas o no fanático de este deporte, las 270 hectáreas de Carmelo Golf, forman un spot increíble entre lagunas, quebradas y viñedos que vale la pena conocer y soñar por un rato con ser parte de este lugar único. Además de la cancha de golf hay un Club House con una terraza (ideal para el atardecer), un camino de pinos que desemboca en una playa privada y una zona hípica exclusiva.

  • La playa Sere

Para completar el descanso y la desconexión, esta playita tranquila y rústica es el escape perfecto. Según los locales es el mejor lugar para disfrutar de los atardeceres: se ven súper naranjas y el reflejo en el río los hace todavía más lindos ¡y místicos!