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Benjamín Reynal es escritor, empresario y también es bombero. Desde Melipal, en Bariloche, combina sus perfiles siendo padre de cinco hijos. El año pasado publicó su libro “Contra el fuego” en el que cuenta, en primera persona, las historias detrás de estos protagonistas anónimos de un oficio que tiene mucho de hereditario, y en el que el cuartel, la camaradería, el trabajo en equipo y, sobre todo, el apoyo de la familia son fundamentales. Charlamos de todo un poco y acá se los dejamos por escrito. 

Nuestro entrevistado de esta semana es bombero. Nació en Buenos Aires pero hace siete años que vive en Bariloche. “Contra el fuego” es un libro duro, de historias reales contadas por bomberos de todo el país, es un libro federal que busca hacer justicia a los protagonistas. Por eso, Benjamín no intentó suavizar los testimonios ni matizarlos, sino que se centró en mostrar cómo es la vida real de un bombero. 

Benjamín estaba recorriendo la Patagonia en moto cuando se encontró con un incendio forestal enorme en la zona de Cholila. La cortina de humo gigante entraba por el casco y pudo darse cuenta de que la magnitud de lo que estaba viendo correspondía a un fuego incontrolable. En ese instante, tomó una conciencia ecológica como nunca antes lo había hecho y al volver de ese viaje se inscribió en el cuartel, estaba decidido a prepararse para ser bombero. “Descubrí un mundo nuevo que es mucho más abarcativo que apagar incendios. Y entonces decidí contar esta historia. No es un libro adulador hacia los bomberos, sino que intenta mostrar el lugar real que tienen”, comenta.

Entrevistó a unos 50 bomberos, empezando, claro, por los de su cuartel. El objetivo era contar la historia que había detrás de cada incendio, y no quedarse sólo en lo que sucede en ese momento. Los bomberos no sólo apagan fuegos, sino que asisten en muchísimas situaciones de emergencia que están teñidas de dolor y dramatismo. Y en ese escenario, muchas veces se los juzga por “llegar tarde”, y se reciben reclamos de todo tipo. Pero Benjamín lo tiene claro. No se trata de esperar agradecimientos porque la gente está en su peor momento, pero sí saber que en un incendio o en una catástrofe nunca será temprano porque el drama ya está sucediendo. 

Bomberos voluntarios y profesionales

“En las mejores cosas de la vida no recibimos paga. Las cosas más fundamentales que hacemos no son a cambio de una remuneración. Elegir tus amigos, tu familia, escribir un libro. La recompensa es afectiva y emocional. Por eso, los bomberos no tienen una recompensa material, pero sí una emocional muy grande que los acompañará hasta el día que se mueran”. 

Ser bombero voluntario no es sinónimo de ser bombero amateur, así como profesional no es sinónimo de rentado. Por profesional se entiende que están capacitados para hacer bien su trabajo. 

Miedo

“No lo llamaría miedo, lo llamaría temor. Yo asocio más el miedo a lo desconocido, en este caso sería temor. Uno de los entrevistados para su libro le dije: “El bombero que dice que nunca tuvo miedo está loco o miente”. La adrenalina tiene pros y contras. El pro, según Benjamín, es que te empuja para adelante, te da fuerzas, regula el cansancio; la gran contra es que eso puede obstaculizar la visión y poner en situaciones de riesgo no controlado.

Le pedimos que nos cuente alguna historia linda y positiva que no esté contenida en el libro. “La semana pasada fui a tres accidentes, de los cuales dos eran con chicos que yo conocía, amigos de mis hijos. También haber salvado una casa de un incendio te da una gran satisfacción. Fue un caso cerca del cuartel, llegamos muy rápido pero sabíamos que si demorábamos siete minutos más, se hubiese perdido la casa entera. Eso da mucha satisfacción”.

Organización del equipo y roles

Como toda organización humana necesita estructura, mucho más cuando son vidas las que están en riesgo. En cada dotación hay roles asignados: está el chofer del autobomba, que a su vez es el que maneja la bomba; están los lanceros que son los que ingresan al incendio siempre en grupos y después de un doble chequeo. También está el jefe del operativo, que es el que decide la maniobra y la táctica a usar. El jefe de seguridad es el que a veces pareciera no estar haciendo nada, pero es el que vela por la seguridad de los bomberos y de la gente. Es el que tiene una visión 360 de lo que está ocurriendo.

Vocación que se hereda

Ver la experiencia de un padre o de un abuelo siendo bomberos es muchas veces lo que hace florecer esa vocación. Se habla de una tradición que se pasa de generación en generación, y esto es principalmente porque ven al cuartel como una segunda casa y eso es lo que transmiten en sus familias. A la vez, se necesita en todo momento el apoyo de la familia, porque es un trabajo muy demandante.

Hoy el 17% de los bomberos del país son mujeres, y poco a poco esta brecha se va emparejando. Hace unos años, el ambiente era mucho más machista, pero la realidad es que la mujer viene a aportar cualidades muy valiosas a esta profesión: por ejemplo, al ser de contextura más chica, son las indicadas para rescatar personas atrapadas en un auto, donde muchas veces el espacio es muy reducido; también suelen contener mejor a la víctima en la parte emocional. 

Son los mismos bomberos los que se contienen emocionalmente entre ellos. “Cuando volvemos de una emergencia grave, siempre tenemos una reunión, nadie se va a su casa sin antes tener una charla para descomprimir, y en general es un bombero senior que no haya estado en el evento el que toma las riendas. También contamos con bomberos psicólogos”. 

Actuar en manada

En la mayoría de las decisiones que tomamos, buscamos referencias en los demás. Y en una tragedia pasa lo mismo. Cuando la incertidumbre se apodera de nosotros, perdemos la capacidad individual y actuamos en manada. Un estudio en una universidad quiso comprobar esto y colocó a los alumnos en una clase. Cuando el profesor se retiró, empiezó a llenarse el aula de humo. Todos miraban sin hacer nada, porque todos creían que el otro haría algo en esa situación. Por lo general, copiamos la pasividad primero, y después el pánico. “Lo terrible es que en muchos incendios, el pánico causó más muertes que el propio fuego. Pensemos, por ejemplo, lo que produce una avalancha frente a una puerta de salida”.

En su libro, Benjamín dice que entre dos decisiones, la peor es no tomar ninguna, y habla de la importancia de mantener la cabeza fría, aunque el corazón se desboque. “Cuando las emociones tienen mucho peso, se deja el raciocinio de lado. El rescatista está entrenado para tener la mente fría y actuar inteligentemente”. 

Héroe como concepto

Benjamín dice no creer en la figura del héroe, pero igualmente distingue dos tipos. Uno es el soldado o el bombero, una profesión que se prepara durante toda la vida para un momento puntual; el otro es el que se encuentra en determinada situación donde tiene una buena actuación y la gente lo convierte en héroe.

“No creo en la definición de héroe. Me gusta pensar que las personas pueden tener una acción heroica, pero eso no los convierte en héroes. Prefiero pensar en modelos de personas. A un modelo podés imitarlo y así mejoras como persona; a un héroe sólo lo admiras”.

El rol de la fe

Fernando Souto fue uno de los bomberos que vivió una de las situaciones más peligrosas para su profesión en Argentina. Estando a 600 metros bajo tierra, donde había habido un accidente en una mina de carbón, con zonas de derrumbe, mucho calor y el riesgo de la asfixia por el monóxido de carbono, sabía que había muchos mineros que no saldrían con vida de aquellas profundidades, pero él quiso entrar igual: por las familias, para recuperar esos cuerpos y que puedan hacer un mejor duelo.

Le preguntamos a Benjamín si él hubiese hecho lo mismo: “Quizás hoy te diría que no hubiese ingresado. Pero probablemente, estando en el lugar, hubiese sentido la presión y hubiese entrado. Es muy fuerte sentirte la única respuesta ante una tragedia. Por eso es importante el rol del jefe. El jefe tiene que intentar que el rescatista no se convierta en víctima”.

La fe en Dios es un componente muy importante para muchos bomberos, y Fernando, en particular, lo primero que hace cuando sale de una misión como aquella es visitar alguna iglesia para agradecer. 

El reconocimiento de la sociedad

“La sociedad reconoce, pero no conoce” dice Benjamín. El reconocimiento tácito está, pero la gran mayoría no tiene una idea acabada de todo lo que hace un bombero. El 60% de las salidas no son para apagar incendios. Su libro tiene un poco esa misión, concientizar e informar.

Accidentes, atención de personas, infartos, cortes eléctricos, gente atrapada en un poco o en alturas, suicidios, derrame de materiales peligrosos. La lista por la que se llama a los bomberos es inmensa. Por lo general, el bombero llega antes que el médico y brinda esos primeros auxilios clave. “Estamos preparados con desfibrilador, kit de parto, kit de quemado, oxígeno. Además, muchos bomberos son a su vez enfermeros o paramédicos. No somos médicos, es verdad, pero contamos con el conocimiento para ejercer los primeros auxilios”. 

Ser bombero cambia la forma de ver la vida. Se reconoce su fragilidad y que un segundo de descuido puede arruinar una vida para siempre. Mirar el teléfono mientras se maneja, no usar el cinturón, distraerse. Benjamín sabe que esos pequeños descuidos pueden tener enormes consecuencias. “Ser bombero te deja en alerta para el resto de tu vida”. 

Negligencia humana

La mayoría de los incendios son intencionales. Los incendios forestales por accidente no llegan al 10% de los casos. Se prende fuego para ocupar campos, para sacar leña, para vengarse del vecino. Y hasta hay chicos aburridos que inician un incendio para ver trabajar a los bomberos. 

Soledad Manzanares, una bombera de Morón, fue uno de los testimonios que recoge el libro. Su experiencia es durísima, asistió a muchos suicidas en las vías del tren y dice ella que para ser bombero se debe estar en ese límite fino entre que no te afecte demasiado, pero tampoco que no te importe nada. Es una línea muy delicada. 

Sin crisis no hay crecimiento

Damián Lucero es un bombero de Bariloche que se intoxicó en un incendio y quedó con síndrome de atrapamiento. No tiene dominio de sus músculos. Solo mueve dos dedos de una mano y así escribe en la computadora. En esa situación, se casó y tuvo dos hijos. Y su testimonio forma parte del libro de Benjamín donde asegura que sin crisis no hay crecimiento. “Que venga de él esa frase, el sentido es inmenso”.

Notre Dame en llamas

El día que Benjamín estaba terminando su libro, su mujer lo llama para que prenda la tele. Se estaba incendiando Notre Dame por un pequeño descuido que tuvo consecuencias tremendas. El fuego puede hacer perder todo un pasado. 

“Me pareció insólito que les haya pasado. ¡No se te puede quemar Notre Dame! Tenes que tener una dotación fija ahí. Cuando te confias, pasan estas cosas”, resume. En la Ciudad de Buenos Aires contamos con dotaciones fijas en el Teatro Colón, en el Congreso, en la Biblioteca Nacional. Se trata de todas instituciones donde un incendio representa un riesgo enorme, más considerando que sólo la Ciudad tiene unos 70 incendios por día. 

Mensaje final

“A los bomberos, decirles que se sientan reconocidos. A través del libro, estoy recibiendo mucho agradecimiento, de muchos lugares del mundo. Que se sientan bien por ellos mismos, y que sigan cumpliendo su rol. A la gente, que intente capacitarse. Un curso de primeros auxilios, puede evitar muchas tragedias”.

Podés comprar su libro “Contra el fuego” acá.

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