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Texto y Fotos: Mercedes Raffo

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Fiesta internacional de la construcción natural. “Atenete a lo que es bueno, por más que sólo se trate de un puñado de tierra”, reza un dicho popular de los Hopi, una comunidad indígena norteamericana. Éste es uno de los principios básicos de los amantes de la bioconstrucción. Y la Clayfest! alzó su bandera por ello.

Los aficionados a la bioconstrucción, es decir, aquellos que edifican sus casas con materiales naturales como la tierra o las fibras vegetales, toman el dicho de los Hopi de una forma mucho más literal de lo que a simple vista podemos concebir, y no es para menos. En este tipo de construcción los elementos siempre están a mano, son reciclables, con baja energía incorporada en su empleo y pueden aportar una climatización natural a un ambiente. Lo que se prejuzga como una cuestión demasiado primitiva o que quizás sólo resulta para la gente con bajos recursos económicos, hoy empieza a considerarse como una alternativa viable para todos.

Los arquitectos y fanáticos de la bioconstrucción optan por buscar alternativas a los productos industrializados. De esta manera, nos invitan a que elijamos materiales de nuestra naturaleza local a la hora de edificar nuestra casa. Aseguran que dichos materiales son los ideales para hacer frente a nuestro propio clima y contexto. ¡Y sí! También nos llaman a que formemos parte de la Creación, tal cual lo hacían nuestros antepasados.

El fin último es que todos los elementos que componen nuestros hogares sean amigables para la tierra, en todo sentido y a lo largo de todas las etapas de construcción. De ahí, que se eligen materiales locales, que no implican costos de distribución y, si suponemos que lo que edifiquemos se demolerá en unos años, todo podría volver al medio ambiente sin causarle daño alguno.

Hasta acá todo suena muy bohemio e imposible de aplicar en los tiempos que se viven hoy. Sin embargo, no hay dudas de que cada vez hay más personas que deciden regresar al origen y darle lugar a este modo de construir.

UN FESTIVAL INNOVADOR

Durante una semana completa, en el mes de junio se celebró el festival Clayfest! en Escocia, que reunió a instituciones, académicos y aficionados por las técnicas ancestrales de edificación. La protagonista del evento fue, sin dudas, la arcilla, como principal componente de la construcción.

Clayfest! fue impulsada por la organización sin fines de lucro Earth Building UK (EBUK) con el objetivo de que todos aquellos que promueven la construcción natural cuenten con el espacio para enseñarla, divulgarla y hacer intercambio de experiencias.

Lo cierto es que existen tantas técnicas como personas construyen, porque si hay algo que se aprende en este ambiente es que nada puede estandarizarse por completo. Cuando se trata de edificar con las propias manos, todo nos lleva a sellar nuestra impronta personal y artística. Sin embargo, existen lineamientos generales que se fueron dando en diferentes zonas del mundo, según lo que su tradición fue indicando, o su clima pidió.

El eje central durante cuatro días fue que cada uno de los asistentes tuviese la oportunidad de acercarse a la arcilla, combinarla con otros elementos y conocer sus diversas formas de aplicarla a la construcción.

JORNADAS INTENSAS PERO GRATIFICANTES

Las mañanas comenzaban a las 8 con un encuentro de yoga. A lo largo de cuatro días, se dictaron cursos prácticos en los cuales se levantaron paredes con tres técnicas distintas, usadas hasta hace miles de años atrás.

También se evaluaron diferentes tipos de mezclas de adobe para fabricar ladrillos artesanales: algunos funcionales para espacios circulares, otros rectangulares. Así y todo, las formas geométricas más utilizadas fueron las curvas, dado que en general se busca emular a la naturaleza, ya que en ambientes más irregulares, solemos sentirnos reconfortados.

EL ENCUENTRO COMO UN IMPULSO

“Por supuesto que hay lugar en el mundo para los avances tecnológicos, pero todavía hay algo dentro de nosotros que conecta con la simple sabiduría del pasado”, dice Feile Butler, amante y entusiasta de la técnica de Cob, bien típica de los climas lluviosos, como los de Irlanda e Inglaterra. Junto a su marido, Colin Ritchie, hoy tienen su casa en Sligo, al norte de Irlanda, hecha con sus propias manos, ¡muy cálida para su largo invierno y fresca en los días de calor! Siendo ella arquitecta, él carpintero y con mucho contacto con la tierra en su historial, asesoran a quienes buscan implementar estas técnicas por sí mismos, y el festival les resultó ser una gran ocasión para seguir difundiéndolas. Como Feile y Colin había muchos otros, quienes tuvieron la posibilidad de contar sus historias y mostrar cómo esculpieron su propio hogar.

En todos ellos se notaba mucho esmero y vocación. En algunos casos, sus conocimientos habían sido aplicados en comunidades carenciadas: “Hay zonas de África en donde escasea el agua y para eso también encontramos soluciones: hacer ladrillos de tierra compactada, para los cuales no hace falta usar ni una gota”, contó María Brown, presidente de la asociación española, Estepa.

Como ella, había más representantes de instituciones sin fines de lucro que hablaron sobre su experiencia en este tipo de comunidades. Intercambiaron ideas acerca de cómo implementar procesos, se estimularon con nuevos puntos de vista. Sobre todo, se asesoraron acerca de cómo llevar adelante su elección de brindar estas herramientas a tantos hombres y mujeres que luego les servirían como una invalorable fuente de trabajo.

Si bien todas las experiencias compartidas resultaron bien únicas y diferentes, estuvieron hilvanadas entre sí por la certeza de que gracias a la bioconstrucción se pueden lograr espacios de lo más sofisticados, acogedores y duraderos. De este modo, el encuentro logró avivar la seguridad de que darle lugar a estas alternativas puede ser tan apasionante como factible.

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