En el camino del artista, animarse a una nueva técnica de expresión puede ser el camino a un gran proyecto. Esta es la historia de Rochi López Rouger y cómo encontró en las acuarelas su mejor versión plástica. 

Rochi López Rouger no estuvo siempre en el mundo de las acuarelas. De hecho, fue hace poco que incursionó por acá gracias a @lumarot.art, una artista que se convirtió en emblema de esta disciplina, y que además vive en Santa Bárbara, uno de los primeros proyectos consolidados de @eidico. Un workshop le bastó para enamorarse de la técnica, perfeccionarla y empezar a pensar en un emprendimiento propio. Comenzó a tomar clases semanalmente con @marianalevallois, y al afianzar su estilo disfrutaba cada vez más de sentarse a pintar y crear.

La inspiración la encuentra en la naturaleza, en hojas, flores, paisajes. Con una paleta que por momentos es vibrante y explosiva, y por momentos suave y pastel, Rochi dio con una forma de expresión llena de vida, y busca transmitir en la hoja alegría, calma y paz. Desde su cuenta @acua.deco.ro refleja su camino artístico.  “Es un aprendizaje constante: pruebo, experimento y disfruto mucho el proceso”, nos cuenta.

 

Hoy con tres chicos haciendo homeschooling, relegó un poco la pintura para poder ser maestra casi a tiempo completo. Pero, aunque sean pocos los momentos, siempre logra hacerse un espacio para dedicarse al arte. A veces la oportunidad llega a la noche tarde, cuando los chicos están acostados. Con música como gran compañía, sintoniza con la creatividad y salen los mejores bocetos.

Confianza en los primeros pasos

Siempre al principio cuesta mostrar lo que uno hace. Muchos artistas saben que exponiendo su obra, exponen también su intimidad. Y esto mismo le pasó a Rochi cuando abrió su cuenta como vidriera de sus acuarelas. Pero la respuesta positiva del público hizo que pierda el miedo. Los pedidos empezaron a llegar y eso fue una gran empujón en este emprendimiento y un mimo a la autoestima. “Mi hija Justina de 11 años fue la que más insistió para que abriera este espacio, y con la primera venta fuimos juntas a comprar algo y estaba feliz”, recuerda.

Una de las cosas que más extraña en esta cuarentena es el taller. Allí afina su trazo y se nutre de esa comunidad artística que la apoya en todo lo que hace. Pero también es consciente de ser una afortunado porque durante este tiempo que tantos perdieron el trabajo, a ella se le multiplicó con pedidos de todos lados. Y si bien la situación hace demorar las entregas, le encanta saber que en muchas casas hay un pedacito de ella en medio de cada familia.

El apoyo clave

“Estoy muy agradecida a mi familia que siempre me acompañó. Mis chicos y mi marido me tienen mucha paciencia, y hasta a veces ¡se sientan a pintar conmigo!”. Sus hijos la ayudan a envolver, le buscan ramitos para la presentación, y hasta pasan el limpiavidrios cuando los cuadros están listos. Sus hermanas la ayudan con la logística, y su mamá, que sabe muchísimo de plantas, le fue transmitiendo la pasión por la naturaleza que suma en cada entrega. ¡Un gran trabajo en equipo!