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Nuevamente, la convocamos a Maritchu Seitún (@maritchuseitun) en esta cuarentena. Esta vez, la audiencia y el tema fueron los adultos mayores, esa población, que por ser considerada de riesgo, se vio obligada a guardarse más que todos en sus casas. Los temas fueron varios: la importancia del vínculo con los amigos; como el aislamiento puso en jaque su independencia y su libertad; cómo convertir esta situación en una oportunidad para salir más felices, más sabios, más sonrientes. Un vivo espectacular con mucho para aprender. Transcribimos sus enseñanzas.

“Lo que me habilita a estar hablando acá es que formo parte de estos adultos mayores jóvenes. Y a pesar de que no trabajo en este área, pertenezco a este grupo social” empieza Maritchu. Hace cuarenta días que no sale de su casa y reconoce que esta situación no la molesta en absoluto. “Te diría que me preocupa lo que va a pasar cuando tenga que salir”, dice riéndose. Y es que cuando de verdad se encuentra una rutina productiva y nos sentimos útiles, el encierro puede empezar a verse con otros ojos.

“Estoy casada y tengo una casa con jardín, dos cosas que ayudan a transitar esta situación bastante mejor que si estuviera sola por ejemplo”. Lo importante en este aislamiento es no olvidarse de hacer lo que nos hace bien, lo que nos mantiene vivos, como el ejercicio, recomienda. 

El después de la cuarentena

A los chicos les va a costar volver al colegio, a nosotros volver a trabajar, a interactuar, a salir de nuestras casas si es que estamos tan cómodos. “Yo ya tenía un ritmo de cuánto tiempo entregaba a hijos y nietos después de mi horario laboral, y será difícil volver a acomodarnos, pero a la vez quiero y extraño los abrazos, la casa llena, el ruido”. 

A la vez, con los adultos mayores sin salir de sus casas, la transmisión de la cultura, de los valores, de las costumbres también se paraliza. Y para explicar esto, Maritchu tiene un cuento de un experimento que se hizo en una selva. 

En una selva había muchos elefantes y no podían mantenerse todos juntos, por lo que decidieron matar a los elefantes viejos. Lo que ocurrió es que hubo mucho hostigamiento entre los elefantes jóvenes. Efectivamente los mayores son portadores de cultura, de memoria, de aprendizaje, de conductas éticas. “Los primeros que tenemos que saber que somos importantes somos nosotros” afirma. 

La sociedad tiende a desecharlos, a callarlos, a ignorarlos. Pero qué importante es que se sientan importantes, porque son el tesoro de la poblacíón. 

Entregarse a la tecnología

El aprendizaje da alas. “En esta cuarentena aprendí sobre Zoom, Webinar, Telmex. Al principio me resistía mucho y ahora me entregué, y estoy aprendiendo como si tuviera treinta y cinco y no sesenta y seis. Y estoy contenta, porque no es otra cosa que vencer el miedo. Somos nosotros los que nos tiramos a la basura, los que decimos que no vamos a poder y no es verdad”. 

Según Maritchu hay que entregarse a la tecnología ahora si es que estamos activos, lúcidos y con energía y no dejar pasar más el tiempo. “Cuando mi padre se animó a meterse en el mail de aquella época, le cambió la vida, le cambió su vejez y el quedarse guardado en su casa: gracias a ese aprendizaje, se mantuvo muy activo. Entonces, nos tenemos que preparar para la cuarta edad, donde estaremos más quietos, más guardados y en la que mi ventana al mundo será la tecnología. Y está bueno aprenderlo ahora que tenemos más flexibilidad en las neuronas que seguramente en unos años”. 

Independencia y sentido en jaque

Ayudar con los nietos, verlos crecer, compartir tiempo con la familia. ¿Cómo lograrlo en este contexto? Hay que encontrar nuevas maneras de hacer lo que siempre hacíamos. Encuentros por Skype, por Zoom. La recomendación de Maritchu para su generación es “no ofenderse”. “A los chiquitos nos les divierte hablar por pantalla. Ellos quieren tener la pantalla abierta y mostrarnos cosas, o que les contemos un cuento o jugar. Si no tenemos imaginación, por supuesto que no querrán hablar con nosotros. Y tampoco pongamos a nuestros hijos en una situación incómoda porque no nos prestan atención”. 

También es importante ser oportunos con los horarios y los momentos para entablar estas conversaciones. “En las horas de la comida siento que molesto menos, están todos sentados a la mesa y puedo participar de un buen ritual”. Además, recomienda la opción de dejar abierta una pantalla durante un buen tiempo mientras juegan, por ejemplo, y que los abuelos puedan participar sin exigencias de su cotidianeidad. En este sentido, se convierten, además, en babysitters virtuales y en una gran ayuda para sus hijos por un rato. “El consejo es no ofendernos y estar alegres”, resume.

Reclamos innecesarios 

“Yo no puedo pretender que mis hijos giren su vida alrededor mío, pero la realidad es que en mi caso, mis hijos se ocupan un montón. Desde ponerme un huevito de Pascua en la ventana, hasta mandarme café de sorpresa. Los hijos están muy activos en esta función”. 

“A nadie le dan ganas de llamar a una mamá o a un papá que reclama por todo”. No ofenderse, no reclamar, estar contentos cuando nos llaman, esa es la clave según Maritchu. 

Atentos a la depresión

El cambio en el ciclo del sueño, que cueste despertarse, bañarse o ponerse en movimiento, el desgano generalizado. Estos son los síntomas de un cambio de ritmo que puede afectar mucho a las personas mayores, y una de los secretos está en que nos movamos. Aunque vivamos en un lugar chiquito, tenemos que poder movernos. “A veces no está la persona deprimida, es el cuerpo el que se deprime”. Es una depresión física por falta de actividad y de movimiento. 

Es fundamental armar un ritual lindo, una rutina que tenga sentido y que nos sostenga durante el día. Estos incluyen pequeños placeres de la vida: bordar, cuidar la huerta, barrer afuera o hasta ¡planchar! 

Y dentro del ritual está bañarse, vestirse, hacer las cosas de la casa. Es tentador quedarnos en pijama o ponernos un jogging, pero lo mejor será no desbarrancar tanto, para que podamos levantarnos. Ponerse en movimiento, como dijimos, es el recurso principal para no caer en una depresión. “Si me dejo llevar por mis pensamientos negros, cada vez me hundo más”. Las situaciones difíciles hay que atravesarlas y no esquivarlas, y es bueno ser tolerantes con el malestar, sino es probable que no aprendamos nada. 

Distracciones y tentaciones

“La gran oferta de cursos es espectacular, pero es importante no ponerse presión. Hacer cosas que me diviertan y me nutran, pero también aprovechar este tiempo para bajar el ritmo, encontrar el propio ritmo, el que caracteriza a esta tercera edad”. 

La sociedad nos impone este ritmo para que consumamos más. “Me tiene impresionadísima la poca plata que estoy gastando. Estoy guardada en mi casa, y miles de cosas que me estarían tentando no me tientan. Tenemos muchas menos tentaciones externas.” La sociedad de consumo se beneficia con esta aceleración, pero claramente nosotros no.

¿Peor el remedio que la enfermedad?

Cada familia tomará su propia decisión respecto a si vale la pena violar la cuarentena o no para visitar a nuestros adultos mayores. “Charlaba con una señora que tiene a su mamá de 97 años súper lúcida y que decía que prefería enfermarse de coronavirus pero que no la priven de ver a su familia”. 

Cuando la cuarentena se flexibilice un poco, cada cual tendrá derecho a decidir cómo usar su libertad. El gran problema, dice Maritchu, es que se tendrá que tener la lucidez suficiente para cuidar a los demás. “Si yo decido ir a ver a mis hijos, y me contagio, es mi decisión; pero entonces yo me deberé cuidar de no encontrarme con otras amigas que están cumpliendo el aislamiento para no ponerlas en riesgo”. 

Es clave sostener los rituales familiares de los fines de semana, aunque sea de otra manera. Si es imposible hacer un Zoom multitudinario de tanta gente, por lo menos intentar reunir en varios espacios virtuales a todos los integrantes de la familia divididos por generaciones: adolescentes, los más chicos, los de 40 y 50, los mayores de 60. 

A la vez, capaz sea hora de construir una identidad paralela a la de “madre” o “abuela” y preguntarnos qué nos quedó pendiente, qué nos gustaría hacer o retomar. Desde leer un cuento para un geriátrico hasta un curso de lo que sea. Las posibilidades de ayudar a otros y a nosotros mismos son infinitas. 

Amigarse con la muerte

“Toda la vida dije que iba a vivir como si me fuera a morir a los 99 años, pero de alguna forma ese pensamiento era no conectar con el tema de la muerte. Y al ver este contexto, y planteármelo, tuve una cierta paz que pensé que no tendría”. Asumirlo como una posibilidad sin desesperación y sin angustia es parte de un proceso sano. ¿Qué hacer para que no nos angustie tanto el escenario frente a la muerte? Hacer cosas útiles para mi y para mi familia, cuanto mejor podamos dejar el mundo al momento de retirarnos, menos me costará irme.

“La situación para mi generación es de mucho desánimo, venimos de toda una vida de crisis en la que no vemos al país levantar cabeza, y el coronavirus termina de desanimarnos”. En contraposición, las generaciones más jóvenes, tienen más posibilidades de ver una Argentina mejor. Pero a la vez, esto mismo, nos fortalece, y habrá que aprender a surfear una ola particularmente alta y terrorífica. 

En tiempos de déficit como este, la gente está muy ingeniosa, hay que reconocerlo. Habrá que pensar cómo nos podemos reinventar si perdimos el trabajo, por ejemplo. Y los jóvenes deberán estar más atentos para que los mayores no estén tan indefensos en esta situación.

Optimismo ante todo

La clave está en no entregarse a la soledad y al desánimo. Juan XXIII tiene una lindísima oración llamada “Sóloi por hoy”, en la que nos invita a pensar en el hoy, mañana será otro día. No abrumarnos con el presente y aprovechar esta crisis para convertirla en una oportunidad de salir más sabios, más felices, más sonrientes, menos quejosos. 

Además, aprovechar la gran oferta cultural gratuita que hay: obras de teatro, museos, recitales. 

Importancia de los amigos

La vida tiene muchas patas, si estamos muy anclados en la familiar en este momento que nuestros hijos están super atareados y con horarios raros, sin tiempo para acompañarnos a nosotros, entonces los amigos toman un papel muy importante. 

“Envejecer es como escalar una montaña. Mientras se sube, las fuerzas disminuyen, pero la mirada es más libre y la vista más amplia y serena” Ingmar Bergman, cineasta sueco. Estamos más arriba, vemos de más lejos y podemos ayudar a los más jóvenes. Tenemos menos fuerza, dice Maritchu, pero cada etapa tiene lo suyo. 

¿Un libro para recomendar? Las brujas no se quejan de Jean Shinoda Bolen.

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