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Seguimos en nuestra rutina de vivos semanales en la que aprendemos tanto. Esta vez le dimos la bienvenida a Fernando Buconic, médico psiquiatra especializado en adultos y adolescentes para hablar de todo un poco: recetas contra la incertidumbre en el encierro, hijos adolescentes y su relación con las pantallas, realidad virtual versus realidad sensoperceptiva. Un resumen de lo conversado.

Desde que la cuarentena nos tiene encerrados en nuestras casas, por acá venimos aprovechando la ocasión para conocer y charlar -gracias a la tecnología- con distintas personas que nos ayudan a ver este escenario con una mirada real, positiva y optimista. 

Hoy tocó el turno de recibir a Fernando Buconic, médico psiquiatra, que trabaja como psicoterapeuta con adolescentes y adultos en su consultorio particular y, además, ejerce como profesional en el departamento de orientación de un colegio secundario de varones y es miembro de su comisión de Protección del Niño. Muy amable y con una tranquilidad especial fue contestando todas nuestras preguntas, y ¡nos dejó con ganas de seguir hablando del tema! 

La pandemia nos sacó de nuestra zona de confort. El encierro nos puso en jaque y nos vemos continuamente tentados a buscar “recetas” o “fórmulas” para paliar esta situación inédita de incertidumbre. Los consejos se convirtieron en moneda corriente frente a la ansiedad y la angustia, pero Fernando es claro en este punto. “Es muy complicado darle un tip a una persona sobre cómo se siente. Los tips tienen un límite cuando se encuentran con el ingrediente personal de cada uno”, y ahí es donde el profesional no tiene acceso. “Acá es cuando proponemos a los pacientes que se escuchen a sí mismos y que empiecen a escribir su receta propia”, nos enseña.

Trazar la propia historia

Hace una comparación con la receta que puede seguir su mujer. Con pasos, temporalidades, ingredientes, cantidades, siempre hay un espacio entre lo que nos pasa, algo externo que no podemos controlar, y lo que nos sucede a nosotros con eso que nos pasa. En esa ventana que se abre, está lo humano y es ahí donde podemos escribir nuestra propia receta, nuestra propia historia.

Hay que diferenciar los efectos de la cuarentena, que son el encierro, la incertidumbre; con el efecto de la pandemia, que se traduce en una amenaza psíquica para todos. Nos afecta de manera distinta según nuestra personalidad y por eso hay personas que se encuentran muy bien, que lograron cuadrar una rutina productiva como nunca antes; y hay otras que la están pasando mal, porque están muy ansiosas y angustiadas, sienten realmente la amenaza de la enfermedad. 

La incertidumbre es el común denominador de las consultas que recibe Fernando en estos tiempos. Incertidumbre en lo económico, en lo afectivo. Pero también, se topa con problemas con la disrupción de fondo, que es como el empacho, cuando comemos en demasiada cantidad algo, cuesta digerirlo y procesarlo. Y esta sobrecarga nos produce estrés, nos incomoda. Aparece la amenaza latente de que algo grave puede suceder con esto que ocurre y no podemos cambiar. 

Adolescentes en cuarentena

Durante años escuchamos que somos los padres los que debíamos regular el tiempo de exposición de nuestros hijos frente a las pantallas por las consecuencias que estas tienen en la construcción neuronal de su cerebro. Y hoy nos encontramos frente a una gran paradoja: la misma pantalla es el medio que ellos tienen para seguir conectados con el mundo, con su educación, con sus amigos, con el deporte. 

“Esto es una gran oportunidad que nos presenta la cuarentena. Las pantallas están y son necesarias y muy útiles. Configuran la red social, hacen posible una clase de deporte, son medio para la educación, para festejar un cumpleaños, para fortalecer los vínculos. Y es nuestra gran oportunidad para meternos en el mundo de la realidad virtual con nuestros hijos adolescentes y auspiciar de entes reguladores con ellos”, nos describe.

Enseñarles criterio es fundamental: qué se publica y qué no, qué es íntimo y privado y qué se puede compartir. Asegurarnos como padres de que no tengan la red social abierta al público, y auditar su comportamiento porque ahora no existe “el horario de protección al menor” y somos los padres los que debemos chequear el contenido que consumen los chicos. Acosadores, personas con malas intenciones, pornografía o violencia, son todos riesgos que podemos evitar con un poco de control. 

Por el momento no existe un estudio que nos diga a ciencia cierta si la cantidad exponencial de horas que nuestros hijos pasan frente a las pantallas tiene algún efecto en su construcción neuronal. Para determinar esto desde lo neurológico, se necesita un estudio retrospectivo y se deben utilizar imágenes de cómo se va transformando el cerebro. Lo que es indiscutible a esta altura es la recomendación de que los chicos menores de cuatro años no utilicen pantallas, por ejemplo, pero para esto otro deberemos esperar. 

La gota que labra la piedra

Los adolescentes no se autorregulan porque no tienen la experiencia necesaria acumulada, y entonces serán desconsiderados, desatentos, impulsivos. Pero sabemos que el adolescente aprende por acto repetitivo, como los músculos, y entonces hay que ayudarlos con imágenes espejadas qué significa la empatía. Al fin y al cabo, lograremos que la gota labre la piedra. Y este contexto es especialmente provechoso para acompañarlos en el aprendizaje de la empatía. 

Ante la hiperconectividad de los adolescentes, en la que no hay tiempo, ni futuro, ni pasado, sino un continuo presente, las redes fusionan el tiempo y el espacio. Los adolescentes necesitan estar donde están los demás adolescentes, es parte de su identidad. Pero como padres, sí tenemos la responsabilidad de preguntarles en qué redes están y con quién; es como preguntarles a qué casa van, qué lugares frecuentan y con quiénes. Es sano que sepan que seguimos siendo su ente regulador. 

Multitasking que pone en riesgo el vínculo

Nuestra atención está lejos de ser multitasking. Aunque tengamos mil pantallas abiertas y queramos hacer muchas cosas a la vez, nuestra atención no es multitasking, porque nuestra memoria de trabajo es limitada. Lo que es multitasking es el dispositivo, pero no nosotros, y este mecanismo puede poner en jaque la atención y, por supuesto, el vínculo con los demás. 

“Si no le estoy prestando atención a la persona con la que me estoy relacionando, hay un empobrecimiento. Deberíamos intentar que los vínculos no se vean afectados. No hace falta generar vínculo 24/7, pero sí darles atención exclusiva. Hay que ponerse uno mismo los límites también para que los chicos aprendan, por ejemplo dejar el celular en el cuarto a la hora de sentarnos a comer, y “desarmarnos” para disfrutar de ese encuentro en un 100%.

Además, el multitasking produce mucho cansancio, requiere de mucha energía y genera un menor rendimiento. El pensamiento no es sólo cognitivo, también pensamos con el cuerpo, con el gesto, y en el multitasking esto se pierde. 

Realidad virtual vs, Realidad sensoperceptiva

Los chicos construyen su psiquis mediante una realidad sensorial que la perciben a través de sus cinco sentidos. El sexto sentido es el componente que tiene que ver con la realidad y el tiempo. Esto es lo que llamamos realidad sensoperceptiva, y es justamente esta realidad, un asado con amigos por ejemplo, lo que más añoramos porque no lo podemos reemplazar por nada. 

“Yo no puedo reemplazar el vínculo de mis hijos con los amigos con los que juega a la play virtualmente, por eso es importante que mantengan el contacto social a pesar del aislamiento. Esto es realidad virtual. Pero deben saber que hay otra realidad, la sensoperceptiva, un abrazo por ejemplo, que no se puede reemplazar”, nos cuenta. 

Una pandemia que aceleró la prueba 

El virus nos abrió los ojos. Nos vuelve a poner en un lugar de renacimiento, y nos permitirá volver a la normalidad habiendo mejorado. Para eso debemos soltar distintas cosas, y asumir el costo. La frustración, por ejemplo, puede ser punto de partida para la creatividad, siempre y cuando podamos transitar esa frustración sin ahogarnos en ella. 

Pero la incertidumbre también puede dar miedo, y ese miedo, terror, y así nos paralizamos. Es importante entender lo que nos está pasando y escribir nuestra propia receta. ¿Cómo lograrlo? Parándonos en las certezas, en lo que conocemos y en lo que manejamos.

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