Un nuevo restaurante en Palermo ofrece pastelería con ingredientes naturales y recetas familiares, una cocina con platos para todos los gustos y un espacio comodísimo y luminoso.

Texto y fotos: María Mullen

Hace tiempo que no me metía por las calle-juelas de Palermo, en ese corazón gastronó-mico porteño. Uno al lado del otro se codean lugares soñados y tentadoras esquinas recicladas, ofreciendo opciones para comer o desayunar. A pocas cuadras se imponen las vías del tren San Martín con su correspondiente protagonismo en el barrio: nunca sabés cuándo te vas a topar con una calle cerrada o una barrera. Será que perderse un poco en la zona ya es parte de la mística.

Sobre la calle Gorriti, cruzando Armenia, resplandece el inmenso ventanal de Ninina. Unas mesitas redondas de mármol sobre la vereda, al sol de la mañana, esperan al valiente que quiera desafiar el clima otoñal. Los aromas a café y a croissants recién salidos del horno y el exhibidor repleto de tentaciones son trampa fácil para hacer agua la boca de los caminantes. Torres de cookies, donuts, budines, pan, bagels, bocados de coco, scons de frambuesa y arándanos… y la lista continúa. Pero puertas adentro.

Esos recuerdos de la infancia
El nombre Ninina evoca un tiempo pasado, alguna abuela… Emmanuel Paglayan, dueño del restaurante, se acerca a conversar y a contar su historia. No tiene aspecto de chef ni de andar detrás de la batidora, sino más bien serio y empresario. De familia de origen armenio, Emmanuel es economista especialista en finanzas. Trabajó más de diez años en fondos de inver-sión extranjeros y si hay algo que siempre le gustó y manejó bien fue la matemática. Sin embargo, hizo girar su vida ciento ochenta grados. “Mi mamá era muy buena cocinera -cuenta-, al principio, simplemente para nosotros. Mi papá era abogado y éramos cinco hermanos, por lo que ella prefería cuidarnos y estar más en casa. Un día empezó a cocinar por encargo y de a poco su fama fue creciendo. Cuando nos quisimos dar cuenta, el garaje de nuestra casa era una extensión de la cocina. Al poco tiempo alquilamos la casa vecina para poder ampliar el negocio y mi papá dejó el trabajo para sumarse al emprendimiento”.
Emmanuel recuerda cómo con sus hermanos eran los que probaban las recetas y evaluaban los resultados. “Yo era el fan número uno de mamá -dice-. Ella era muy autodidacta y creativa; lo que sabía lo sabía por su abuela; el resto lo inventaba. Tenía pasión por la cocina. Y en esa época era muy distinto: no existía Internet, ni programas de cocina, ni recetas al alcance de cualquiera”.

La empresa familiar llegó a tener tres locales en puntos clave de Buenos Aires; se llamaban Selvi. El negocio duró muchos años, pero ya para 2002 no pudo continuar. Emmanuel guardó en su memoria las innumera-bles mejoras que hubiera hecho al negocio en materia de planificación, presupuestos, coordinación y números. Recién en 2013 le empezó a “picar el bichito”. Añoraba dedicarse a algo más tangible que el mundo de las finanzas, en donde poder poner su filosofía e impronta, tener más relación con personas y menos con clientes invisibles a miles de kilómetros de distancia. Así surgió Ninina, bajo el nombre de su abuela. La gastronomía volvió a convocar a su madre, quien trajo al local a dos de sus cocineros. “Hacía treinta años que conocían a la familia y siguen estando con nosotros”.

A comer se ha dicho
La carta de Ninina es muy variada, con sabores de distintas partes del mundo, y en cualquier momento del día espera un plato de excelente calidad. Abierto todos los días de la semana, de 8 a 24 hs. (a excepción de los sábados, que abre de 9 a 13 hs.), ofrece riquí-simos desayunos, almuerzos, meriendas y cenas, y sus productos son elaborados con los mejores ingre-dientes. Se puede comer allí o llevar a casa con la modalidad take away. Las limonadas, jugos y licuados naturales reemplazan a las gaseosas. Uno de ellos, que vale la pena probar, es un jugo de kale (una hoja verde), manzana verde y albahaca. Sorprendente. La hambur-guesa vegetariana también es una creación destacada de la casa. A su vez, hay platos armenios, tablas de fiambres, pastas, pescado, sándwiches, cerveza arte-sanal y una amplia oferta de cafés, tés e infusiones. Las tortas, fieles a la infancia de Emmanuel, tienen nombres propios: Charlie Brown, Lola Mora, Amadeus, Vera… y cada una tiene una historia. En la cocina, a la vista a través de un gran ventanal, se pueden observar la elaboración de las comidas, las torres de huevos de campo y los ingredientes frescos para cada jornada. Con amigos, en pareja o con la notebook o un libro bajo el brazo, hay excusas para darse el gusto y probar.

Más información

Gorriti 4738, Palermo
Todos los días de 8 a 24 hs. y los sábados de 9 a 13 hs.
Pedidos al 4835-0070
www.ninina.com
FB Ninina Instagram @nininabakery
Twitter @nininabakery