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Rolex Award for Enterprise es el programa emprendedor de Rolex en el cual se premian aquellas iniciativas que se proponen mejorar la vida de millones de personas en el mundo entero.

La gran mayoría de los 285 millones de personas que padecen problemas de visión en todo el mundo viven en países donde es muy difícil recibir tratamientos. Andrew Bastawrous es un oftalmólogo británico cuyo sistema de examen portátil basado en smartphones, Peek Vision, está cambiando radicalmente el cuidado oftalmológico en el África subsahariana. El ingeniero biomédico irlandés Conor Walsh y un equipo de expertos del laboratorio Harvard Biodesign Lab han unido la ciencia textil con la robótica para revolucionar la forma en que los pacientes de todo el mundo se recuperan de traumas como la apoplejía y aprenden a caminar de nuevo.

Estos son sólo dos ejemplos seleccionados por el Rolex Award Enterprise, un programa filantrópico internacional creado en 1976 que respalda proyectos abocados a solucionar los grandes retos en beneficio de la humanidad. Dos veces al año, Rolex financia los diez proyectos más innovadores dentro de las áreas de ciencia, salud, tecnología aplicada, descubrimientos y exploración, medio ambiente y patrimonio cultural. Si tenés entre dieciocho y treinta años, hasta el 30 de junio de este año podés inscribirte acá y participar de la edición 2018. El programa, que ofrece premios de 100 mil y 150 mil francos suizos y una difusión a nivel mundial, ya ha premiado a 140 personas que a través de sus proyectos han mejorado la vida de millones de personas en más de sesenta países alrededor del mundo.

LAUREADOS 2016

El año pasado los ganadores venían de áreas bien diferenciadas y todos utilizarán su premio para intensificar su proyecto, llegar a más personas, agrandar su estructura y perfeccionar técnicas y procesos. Kerstin Forsberg, por ejemplo, fue reconocida por estar trabajando, junto a las comunidades locales de Perú, en la protección de las mantarrayas gigantes amenazadas y en peligro de extinción. Esta bióloga proteccionista promueve el conocimiento y la valoración de estos nobles gigantes. Además, su preocupación está en encontrar fuentes de ingresos alternativas para los pescadores a través del ecoturismo. “Son sencillamente majestuosas. Necesitamos emplear más gente para su preservación”, afirma Kerstin que ha asumido el desafío de salvaguardar el futuro de esta especie carismática pero vulnerable.

Sonam Wangchuk es un ingeniero indio que ideó una ocurrente solución para enfrentar la grave escasez de agua en las montañas himalayas. Trabaja hace décadas para compensar la pérdida de los glaciares y que los campesinos dispongan de agua durante todo el año, como hacían antes del calentamiento global, cuando los habitantes de esta región, en su mayoría tibetanos, podían recoger abundantes cosechas de cereales, frutas y verduras.

El ingeniero diseñó un sistema de terraplenes y desniveles de piedra destinados a frenar y encauzar el agua que el deshielo hacía bajar de las montañas. Haciéndola llegar a una depresión sombría donde volviera a congelarse, se obtendría una abundante reserva para los meses en que se la necesitara. El primer glaciar artificial de prueba, de pequeñas dimensiones, se construyó en la aldea de Phuktse. Fue un verdadero éxito: aquel año, los agricultores tuvieron un suministro extra de agua de 30 días. Y pronto se sumaron todos al esfuerzo por ampliar esta zona de acumulación de líquido, que ahora ya tiene varios kilómetros.

Otro de los premiados fue un proyecto para erradicar el hambre. Oscar Ekponimo, ingeniero informático, está intentando mitigar este sufrimiento a través de un servicio de software que redistribuye los alimentos a personas que los necesitan reduciendo, a la vez, el desperdicio de comida. “Se me ocurrió esta solución para permitir a millones de personas el acceso a una alimentación a bajo precio y, al mismo tiempo, proporcionar a las tiendas un sistema de gestión de los alimentos que están a punto de caducar. ¡Todo el mundo sale ganando!” dice entusiasmado este joven nigeriano.

A través de la aplicación Chowberry, que envía alertas a los minoristas a través de códigos de barras escaneados cuando los alimentos envasados se acercan a su fecha de caducidad, permitió ofrecer artículos con descuentos a consumidores con bajos ingresos o a instituciones de bienestar social. Un exitoso programa piloto de tres meses en el que participaron 20 comercios llegó a unas 300 personas en Lagos y Abuya, y alimentó a 150 huérfanos y niños en situación de vulnerabilidad.

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