Texto y Fotos: Rosario Lanusse

Tefi Russo tiene veintinueve años, pero cocina desde los seis. Simpática, desenvuelta y anfitriona feliz, no se cansa de remarcar que no es chef profesional, lo que no quita que su mayor creación esté ligada a la cocina. Inutilísimas es un blog atrevido, lleno de color y sumamente dinámico. ¡No por nada la suma total de sus seguidores está tocando los 200.000!

Hace más de dos años que Tefi entró a este nuevo mundo. Sin intención y casi sin quererlo, impulsada por sus amigas que siempre le pedían recetas y a las que ella atendía pacientemente (no sin antes etiquetarlas de “Inutilísimas”), una cosa fue llevando a la otra y, de repente, se encontró parada donde está hoy. Pero esperen, empecemos por el principio. La descubrimos un día en Instagram, nos gustó, la empezamos a seguir y vimos un crecimiento explosivo. Tefi es de esas it girl que son un must en la lista de los efervescentes usuarios de las redes sociales. La creíamos un hito, casi inalcanzable. La imaginábamos cabeza de un imperio, pero no. Tefi es común, corriente, una chica de barrio y de familia. Una mujer que antes que nada es mamá de Bianca, y que no dudó en abrirnos las puertas de su casa, compartir su historia, su mañana y dos de sus riquísimas recetas que cocinó en vivo para nosotras. Nos fuimos sin demasiadas ganas; nos hubiéramos quedado. Es que la pasamos muy bien y estaba todo tan rico… Sólo imaginen y sientan algo de envidia.

“NO SOY CHEF”

De humilde nomás, creo yo, debe ser que Tefi aclara antes de empezar a hablar que ella no estudió la carrera de chef profesional. “Sí hice mil millones de cursos de cocina, pero no soy chef”. El primero lo hizo a los seis años, y enseguida quedó hechizada por haber logrado hacer algo con sus propias manos y saborear el resultado. Ese amor a primera vista y todo lo que cocinar implica fue justamente lo que la llevó a no querer profesionalizar su hobby. “Tenía miedo de perder el encanto, no quería trabajar de esto y dejar de hacerlo por el disfrute que me genera”. Igualmente aclara que siempre supo que estaría vinculada eternamente a la cocina, a sus aromas y a sus sabores. De eso no duda. Siempre, siempre, caería redimida a los encantos de una cocina muy suya; una cocina divertida, variada, simple y de ingredientes sencillos que siempre tenemos en casa. A Dios gracias, para beneficio del resto de los mortales, no sólo sucedió eso, sino que pudo encontrar la manera de compartir, abierta y generosamente, sus saberes y sus sabores.

“Por la insistencia de mis amigas, siempre fui archivando recetas. Ellas me pedían, yo se las pasaba y las guardaba, soñando con un libro de cocina propio”, recuerda. “Y de repente decidí hacer un blog para mí y para ellas, para juntar mis recetas. Al tiempo un amigo me recomendó abrir un Twitter para impulsar el blog”. Si bien al principio dudó, supo ver que si lo hacía, lograría impulsar las visitas. Y así fue… Dalma Maradona la recomendó, y de trescientos seguidores pasó a mil en un día. “Fue muy generosa. No tenía ningún compromiso conmigo. Nos conocemos por una amiga en común, pero lo hizo desinteresadamente”, admite. Y remata: “encima tuve la suerte de que al día siguiente, Olé publicara el Twitter de Dalma donde me recomendaba a mí en su contratapa”. Ese hecho marcó un antes y un después en la historia de Inutilísimas, y el listado de pocas amigas a las que Tefi había puesto el mote con mucho cariño pasó a engrosarse y a llegar a los hogares de miles, y miles, y miles de personas… Hoy, ya son casi 200.000 los “inutilísimos” que la siguen y que, a pesar de su “inutilidad”, se animan a intentarlo. Y aceptémoslo, les va bastante bien.

A Twitter le siguió Instagram, después Facebook, después la página, el loo… Llegaron las marcas, los eventos, los vídeos (a los que Tefi pone un amor descomunal y que son su marca registrada), y esto recién empieza. Un espiral hacia la fama que aún no sabe dónde la llevará. “Cuando tenía trescientos seguidores estaba chocha y cuando llegué a los mil no lo podía creer… Todo se fue dando, todavía no tengo noción de lo que está pasando. Y todavía quiero hacer muchísimas cosas, mi cabeza no para un segundo”, dice entre risas y mientras amasa unos deliciosos ñoquis de calabaza. Y aclara que en la lista de pendientes figura un restaurante, un libro, seguir con clases de cocina en su casa a puertas cerradas y para sus amigos. Pero todo de a poco, sin descuidar esa esencia que tanto la caracteriza: una esencia de recetas, de ingredientes y de modos siempre simples. Esas tres características son las que para Tefi generan habilidades, confianza y sobre todo, deseos de cocinar.

LA SANGRE SIEMPRE TIRA

“Ojalá papá pudiera verme ahora. Él tenía ese toque que tienen pocos, y si bien no había estudiado, la comida le salía espectacular. Era medio tramposo, no pelaba, ni picaba, pero todo le salía riquísimo”. De un padre que se llevó todos los aplausos (a pesar de haber estado secundado siempre por una madre que en silencio picaba, lavaba y disponía los ingredientes), y que siempre insistió para que sus hijos compartieran su amor por la cocina, salió Tefi (y una hermana más). “Mientras él me lo pidió yo no le presté atención y me arrepiento… Ahora que ya no está estoy disfrutando a pleno de la semilla que de alguna manera él hizo germinar en mí”, cuenta emocionada. “El olor a comida casera es algo que se mama, y si lo podés trasladar a tu casa es espectacular”. Las recetas que publica son un popurrí de su familia, de libros de seguidores, algunas suyas, y todas con un toque dado por ella. “Me inspiro en las buenas fotos y sin mirar la receta, empiezo a inventar para no copiarla tal cual”, aclara. Pero siempre intenta volverla simple. “Por ejemplo, la sopa de cebolla se hace con una cebolla pluma… Es verdad, pero se hace así si estás rindiendo un examen; si la hacés en tu casa y a la persona que la está comiendo le gusta y está casera y rica, seguramente no le importe el corte pluma. Ya está”, se ríe y aclara que estos consejos no son para profesionales, ¡sólo para inutilísimos! Que la gente cocine como sea, y que le salga rico y casero. Ése es su mensaje. “Frutas, verduras, agua y ¡el permitido del fin de semana! Yo disfruto cuando como, y lo hago sin culpa. Soy de la antigua cocina, respeto la movida de ahora, pero a veces me aburro”, remata entre risas. Y concluye: “no subestimemos lo simple. Se puede ser simple con una vuelta de tuerca y siendo siempre creativo. Simple con lo que tenemos en la heladera o en el supermercado de la esquina, sin tener que irnos al barrio chino a comprar un ingrediente que, encima, también es chino”.

INSTANTÁNEAS

Que el crecimiento de Instagram ha sido descomunal, sobre todo desde que se incluyó en los sistemas Android no es noticia de último momento. Esta fácil aplicación, usada directamente desde el móvil de forma rápida e instantánea ha abierto un abanico de posibilidades y de exposición a todos y a cada uno, sin distinción de sexo ni de edad. Y Tefi, digámoslo, sí que supo sacarle el jugo. Con sus imágenes aprendió a tocar la sensibilidad de las personas y llegar a lo más profundo de sus emociones; sobre todo porque tiene el tinte de subir platos sabrosísimamente tentadores en los horarios en los que nuestros estómagos experimentan su “hora pico”, por decirlo de alguna manera. Y si a eso le sumamos las palabras que usa para describir y explicar sus propuestas, el resultado es un combo perfecto: estética, invitación a querer probar y una valiosa cuota de buen humor y chispa. Para Tefi una torta puede ser “coqueta”, “elegante” o puede estar “despeinada”; sus sándwiches ya son marca registrada y los que la seguimos sabemos a qué se refiere cuando dice “chegusan”. Esa manera de hablar de sus platos (y a sus platos), personificándolos, logra un efecto rebote instantáneo. “Trato de hablarle a una amiga”. Sus seguidores la halagan, se ríen, comparten, etiquetan, replican sus hashtags y siempre piden más. Consciente o inconscientemente, y sin tener que mostrarse ella, Tefi logró lo que para muchos es imposible: sacar siempre una sonrisa a quienes la leemos, volver posible lo imposible y hacer que muchos se animen a cocinar. Siempre estrechando hasta límites impensados ese vínculo que se genera entre ella y quienes la siguen, y sacándole provecho a esa conversación horizontal y de igual a igual tan propia de Instagram. Como si estuviera hablando con sus amigas, a las que ella llama justamente inutilísimas (con cariño, claro está), contagia su forma de ser alegre y auténtica; y atrae hacia la cocina a personas que jamás hubieran puesto un pie dentro de ella de no ser por sus publicaciones. Eso consigue, nada más y nada menos. Sí señores, y por eso ha cosechado todos nuestros aplausos y un merecido reconocimiento.

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