Texto y Fotos: María Mullen

Pachu Jordán abrió las puertas de su pastelería en una antigua esquina del pueblo de Manzanares, a 60 km de la ciudad de Buenos Aires, frente a la renovada estación de tren. Una excusa para hacer una escapada a un pueblo de fuerte tradición gauchesca.

Los pasajeros descienden del tren del Ferrocarril San Martín, mirando extasiados el paisaje campestre y sereno a su alrededor. El tren que 60 km atrás dejaba una ruidosa y agitada estación Retiro en la capital porteña, llegó a la estación Manzanares, luego de atravesar campos y potreros de ensueño. Hace un año que volvió a hacerlo, después de dos décadas de abandono.

En este pueblo chico, ubicado a 6 km de la Ruta 8 -la que conduce a San Antonio de Areco-, el movimiento es poco, pero bien lo vale para empaparse de ese aire de pueblo tan distinto. Acá la cosa ya no pasa por la velocidad y la hiperconectividad. Los tiempos son otros. La vida pasa por otro lado.

Al llegar a Manzanares, los turistas y vecinos de los numerosos barrios privados cercanos encuentran rápidamente una excusa para disfrutar de una pausa: en las mesitas al sol sobre la vereda, o en el interior, cobijado por la calidez de ese edificio de más de cien años, la pastelería de Pachu Jordán invita a pasar.

De San Isidro a Manzanares
Ubicado en una antigua esquina reciclada, Pachu abre las puertas de su confitería con una inmensa sonrisa. Sobre el mostrador relucen las tentaciones caseras: crocantes alfajores de manteca y nuez, scons de queso recién hechos, masitas, budín de limón, de arándanos, torta de merengues, frutillas, crema y dulce de leche, torta brownie, Chocotorta, torta de frutilla y la lista continúa… Nico, su marido, saluda detrás del mostrador. Con un cafecito Nespresso de por medio, Pachu cuelga su delantal y se sienta a compartir su historia. La primera noticia: está en la dulce espera de su primer hijo ¿o hija? Todavía no lo sabe, pero está feliz. Todo este último año ha consistido en abrir nuevos caminos. Su entusiasmo es contagioso. Qué lindo cuando alguien ama lo que hace.

Pachu es oriunda de San Isidro, de una familia de cuatro hermanas mujeres. Desde chica le gustó la cocina. Estudió en el IAG, trabajó en varios lugares como en el local de Maru Botana, y siempre, a la par, cocinó a pedido desde su casa y organizando caterings para empresas o eventos privados. Se casó con Nicolás, de Pilar, y hace un año decidieron instalarse allí y emprender algo propio. A metros de allí, sus suegros llevan adelante el más tradicional restaurante de Manzanares llamado 1888. Otra joyita. Ellos fueron los que motivaron a Pachu y a Nico a alquilar la esquina donde hoy funciona el local.

Primer aniversario
En abril se cumplió un año desde que pusieron en marcha el sueño de la pastelería propia. “Esta esquina era una miseria -recuerda Pachu mirando los techos del lugar-. Hace tiempo que nadie la alquilaba, pero aún así era la esquina ideal. Hubo que trabajar mucho, y lo lindo fue que la reciclamos con ayuda de toda mi familia. Las mesas las compramos en Tigre, la cortinas con las iniciales las bordó una señora que vive con mi abuela, la vajilla antigua la fui

comprando en galpones de antigüedades, mi mamá hizo los pajaritos que cuelgan de las ventanas y se ocupó de los calcáreos de la mesa del mostrador; yo misma hice el pizarrón, una amiga me dio la idea de colgar moldes de cocina en la pared, y así fuimos armando el espacio”.

Como ella dice, fue todo a pulmón. “Disfruto lo que hago -cuenta Pachu-. En la cocina me encanta lo dulce y hacer cosas nuevas, y fuera de la cocina me gusta mucho el trato con la gente, recibirla, darle lo mejor y atenderla personalmente”.

“Los fines de semana es cuando viene más gente, por eso abrimos de viernes a domingo, y feriados”. Además de la pastelería, para almorzar se ofrecen opciones de sándwiches, todos con pan casero de campo, salvado o árabe, y fiambres de primera, combinados por tomates, rúcula, entre otros. Para tomar, es difícil elegir entre la amplia variedad de licuados de frutas que incluyen maracuyá, mango, ananá y melón, frutillas y banana; la limonada con menta y jengibre, o el jugo de naranja, maracuyá y menta. “Todos los ingredientes que usamos son de excelente calidad”, asegura Pachu. Y se nota.

El resultado de todo ese esfuerzo es sin duda un más que pintoresco café, y el que tiene las cosas más ricas –y a muy buen precio- de la zona. A tomarse el tren o a subirse al auto. Manzanares espera.

Más información:
Viernes a domingos, y feriados, de 8:30 a 20 hs.
Manzotti, esquina Río Gallegos, Manzanares (en frente de la estación de tren)
Teléfono: (0230) 444-0592
FB Pachu Pastelería