Texto: Marina Maiztegui – @soloparami –  Fotos: Rosario Lanusse – @rochilanu

Desde que empecé a trabajar para Tigris y conocí las locaciones increíbles que tenemos (Eidico tiene barrios por toda la Argentina y son realmente espectaculares) vengo insistiendo con hacer una “mesa yuyos”. Debo confesar que en mis sueños estaba ubicada en el sur argentino y venía acompañada de una semana de vacaciones pero al final la hicimos en el Barrio San Sebastián, en Pilar. Acá nomás, pero parece como si estuviéramos en otro mundo. Y, si bien me quedé con las ganas de ir a uno de mis lugares preferidos del mundo, quedó tan linda esta mesa que no me voy a quejar, más cuando el destino cercano ayudó en tiempos de mucho trabajo.

La idea surgió charlando con Miri de @mariareinacocina, que me contó que tenía unos lindísimos pastizales en su barrio. También la sumamos a Clari de @en_raizar porque vimos que había publicado en Instagram que le encantaba armar ramos con lo que encuentra a la vera del camino. Y no es una fábula, es real, el día anterior se fue a caminar por los costados de la ruta en busca de los yuyos perfectos a los cuales le sumó unas flores de su jardín. Así nos contó su historia:

“Crecí juntando flores y yuyos. Pasaba de chica las vacaciones de invierno y los veranos en el campo, y uno de los pasatiempos preferidos era armar ramos en la hora de la siesta… Violetas, junquillos en invierno, brotes de ciruelos, naranjos y limones en primavera, dahlias, rosas y salvias en verano pero el amor por la flor nativa, por la que nace en la banquina apareció cuando me mudé a Tigre, ¡donde es increíble la variedad y la cantidad de flores y yuyos que habitan la zona!

La primera vez que frené en una banquina a cortar flores fue hace once años cuando estudiaba fotografía. Teníamos que llevar flores para una clase y a mí se me ocurrió salir de las flores conocidas y armar un ramo con lo que había en el camino a mi clase. ¡Fue un éxito y de lo más fotogénico! Y además duró una semana sin ponerse feo.

Armar con lo qué hay sin necesidad de comprar es lo que más me gusta de este arte donde se valoriza mucho lo autóctono, lo que sale solo, prospera y no se apesta.

Me encantaría en un futuro poder tener más flores de la banquina en mi jardín aunque la aventura de ir al acecho ¡es muy divertida! Siempre hay algo inesperado y te completa el ramo como broche final.

Hay que ir con cuidado para no pincharse, pero no dejen de pasar por las banquinas o los baldíos. Eso sí, ¡siempre con tijera en mano y guantes!”

Armamos nuestra #mesafeliz, sencilla como la primavera, con una clásica mesa de hierro y dos sillas negras que pertenecieron al abuelo de @mariareinacocina. Usamos muestras de los platos que vamos a lanzar con @mundocacharro, una colección que aún no vio la luz. Y las copas de cristal de mi bisabuela. La jarra de limonada la pintó a mano también @mariareinacocina con pintura especial para vidrio, una obra de arte.

Los sanguchitos espectaculares los preparó Miri. No fueron los típicos y realmente eran riquísimos (los probamos post producción). María Reina (@mariareinacocina) nos compartió su historia y sus recetas.

“Nací y me crié en una familia donde todo giraba entorno a la comida, lo casero. Los alimentos frescos, naturales y sencillos eran transformados por mi abuela y mi madre en los más exquisitos manjares, los olores me ayudan a rememorar y sus enseñanzas me llevan hoy a disfrutar la cocina para transcender con ella y dejar mi granito de amor en los que amo. Economista de profesión y cocinera por elección, la cocina ha salvado mi vida y me ha ayudado a sanar. Es por ello que, volviendo a lo casero y sabiendo de dónde obtenemos la materia prima que utilizamos, podemos cuidar nuestros cuerpos, ¡preciados templos! Pues… manos a la obra:

Para estos sándwiches la vedette fue una bondiola especiada. Instrucciones:

Marinar durante ocho horas en la heladera, con una mezcla de jugo de limón, azúcar negra, semillas de cilantro, hinojo y una pizca de comino. Pasado el tiempo, dorar a fuego fuerte en una sartén con dos cucharadas de aceite de oliva y disponer la pieza en una asadera con dos dedos de cerveza y cubrirla con papel de aluminio. Llevar al horno durante cuatro horas a fuego bajo. Luego, con la ayuda de dos tenedores, desmenuzar. Le agregamos pepillinos en vinagres y cherrys confitados.

La segunda opción bien colorida, la hice con salmón ahumado, mayonesa de remolacha, morrones asados, rúcula y palta.  Ambos con pan multiceral hecho en casa.

¡La cocina rememora!

Creo que esta es una de mis mesas preferidas por muchos motivos: es simple y súper sencilla y comprueba que podemos hacer mucho con poco. Que no necesitamos comprar grandes arreglos florales ni el último modelo de silla de diseñador para tener una mesa con encanto, y además pasamos un gran día con buena gente, divertida, generosa y trabajadora.

Si me ven cortando arbustos al costado de la ruta, ya saben que estoy haciendo. Sonrían y saluden.

No se pierdan la mesa del próximo mes, que va a ser monumental, quiero decir continental,

Buen octubre,

M.

¡Un poco del back!