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Texto: María Catarineu – Ilustración: Nicolás Bolasini

El nacimiento de la inteligencia en el juego – El niño construye su mundo lúdico de la envoltura familiar. Desde allí irá descubriendo los grandes misterios del universo.

Los tímidos rayos del sol atraviesan los barrotes de la cuna acariciando suavemente su rostro. El pequeño bebé abre sus ojos, bosteza, se despereza, gira hacia los lados. Tendido sobre su panza mueve su brazo y roza con la palma de la mano el cordel azul del chupete. Levanta la cabeza y fija su mirada sobre el cordel que se enreda entre sus dedos. Se lo lleva a la boca, lo agita y sonríe. Repentinamente sacude su brazo y el chupete brinca de un lado a otro. Lanza una carcajada y nuevamente agita su mano prolongando esta nueva danza que acaba de descubrir. Las risas resuenan en las paredes convocando a su mamá que amanece entre los albores del juego matutino.

El bebé, de manera fortuita, siente el placer de ser causa de ese movimiento. Reproduce una y otra vez esta acción para hacer durar el espectáculo que le resulta interesante. ¿Qué es lo que se entreteje bajo la simpleza de este juego? Durante estas escenas lúdicas comienza a brotar la intencionalidad, y es la que irá abriendo camino hacia los verdaderos actos inteligentes.

La inteligencia
La palabra inteligencia proviene del latín intus-legere, que significa leer dentro de la esencia de las cosas. Es decir, la capacidad de pensar y comprender el mundo que nos rodea. Esto se traduce en un conocer, que en los primeros tiempos de la vida se construye en el despliegue sensorio-motriz sobre los objetos: tomar, frotar, golpear, alcanzar. A medida que avanza el desarrollo del niño, las acciones se irán interiorizando, dando paso a la reflexión, para ir despegándose cada vez más de lo concreto, alcanzando poco a poco un mayor grado de abstracción de la realidad. David Wechsler -psicólogo estadounidense- afirmaba que la inteligencia es “la capacidad de actuar con un propósito y enfrentarse de manera efectiva con el ambiente”. Es así como desde edades tempranas el pequeño bebé comienza a enfrentarse a nuevos desafíos: al observar la mamadera que rueda delante de él y se esconde bajo el sillón, intenta mover el obstáculo para encontrarla; o bien para alcanzar su vasito de jugo, comienza a jalar con sus pequeñas manos el floreado mantel.

Vemos sobre la sencillez de este juego cotidiano, verdaderos despliegues de una conducta inteligente en la que el fin se antepone y se distingue de los medios. Ya es posible observar cómo emergen de forma embrionaria las primeras funciones ejecutivas. Podemos afirmar, al igual que G. K. Chesterton -periodista británico-, que “con cada niño el universo se pone nuevamente a prueba”.

El juego y la inteligencia
El juego favorece el desarrollo de la inteligencia ya que, entre otras cosas, permite el desarrollo de la creatividad y facilita la manipulación de objetos y la resolución de problemas. Pero, ¿cómo se origina ese espacio en el cual el pequeño construye su inteligencia?

Ese espacio se despliega en la relación temprana, en la intimidad del vínculo con su mamá. Desde los juegos cara a cara, el bebé va conociendo su propio cuerpo. A medida que la mamá le presenta gradualmente a su bebé distintos objetos que lo representan -chupete, sonajero, mantita-, van construyendo entre ellos ese campo de juego que los une. Este espacio de disfrute se va ampliando a lo largo de la vida, junto a los nuevos objetos de conocimiento que lo rodean: pelota, cuchara, cacerolas. Su papá cumple un rol socializador. Por ello, con sus juegos fortalece la estructuración de su inteligencia, ya que aprende a tolerar los límites, adquiriendo sentimientos de confianza y seguridad.

Entre los rincones y sabores del hogar, el niño comienza a representar la realidad. Es en el juego simbólico donde da cuenta de una elevada “operatoria mental”, ya que desacopla el uso convencional de un objeto para dotarlo de un significado propio. Es así como una caja de zapatos se convierte en el más formidable auto de carreras, o bien, un simple palo de escoba, en su flamante corcel. Estos objetos de juego creados por él son los más enriquecedores juguetes.

Habilitar en asombro
El niño construye su mundo lúdico en el seno de la envoltura familiar. Desde allí irá descubriendo los grandes misterios del universo: el vaivén de las mariposas, el camino de los caracoles, el reflejo de los charcos, el silencio de las escondidas y la maravillosa luminosidad de la noche, para apropiarse de este modo de la sorpresa de cada día.

Más información:
Lic. María Catarineu
Baby RAYUELA – “Un espacio vincular de juego para acompañar y potenciar el desarrollo saludable de tu bebé”.
Centro Médico Lirios del Talar, Bancalari. Tel.: (15) 5178-8250

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