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Yoko Ono exhibe en el Malba unas ochenta obras que movilizan hasta al espectador más distraído.

Texto: Loris María Bestani · Fotos: cortesía Malba
La exposición Dream Come True (Sueño hecho realidad) tiene algo de mítico, pero mucho de terapéutico y liberador. La artista japonesa Yoko Ono (Tokio, 1933) invita a poner el cuerpo, con delicadeza e inteligencia. Pone el suyo primero, pero está también muy atenta a que el visitante ponga el propio. Es difícil mantenerse indiferente a sus invitaciones, o “instrucciones”, como las llama puntualmente hace décadas. Ella es un personaje por derecho propio, no sólo por haber sido la mujer del Beatle John Lennon, con quien tuvo un hijo. Y casi fuerza a cada participante a conectarse con el personaje que lleva adentro.

Dream Come True es la primera exposición retrospectiva en la Argentina de Ono, pionera y figura del arte conceptual y participativo contemporáneo. Con curaduría de Gunnar B. Kvaran -director del museo Astrup Fearnly de Oslo y amigo personal de la artista- y de Agustín Pérez Rubio -director artístico del Malba-, la muestra está compuesta por más de ochenta trabajos que incluyen objetos, videos, films, instalaciones y registros sonoros producidos desde principios de los 60 hasta hoy, así como algunas obras coproducidas con John Lennon. Tiene como eje las “instrucciones”, que son consignas simples y claras para el espectador que Ono viene desarrollando hace décadas y que en 1964 reunió en el libro Grapefruit (Pomelo).

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La obra que abre la exposición marca el tiempo y el espíritu de la retrospectiva. “Parpadeo” es un vídeo corto de 1966 que muestra en detalle el momento en que la artista cierra el párpado. Hay allí una invitación, abrupta, a bajar un cambio, a hacer foco. Lo mismo pasa en la filmación en cámara lenta sobre cómo se consume un fósforo, que permite apreciar cómo oscila la llama hasta apagarse, y recordar, de paso, lo efímera que es la vida. La exposición se mueve, como en la famosa intersección del diagrama de Venn, en una zona en la que Oriente confluye con Occidente. Por eso, pacifica. La respiración, la repetición, la paciencia son conceptos que se reiteran en los textos de la sala, y a su modo también en las imágenes, los sonidos y las acciones.

No hay expansión sin experiencia parecería ser la convicción que recorre el segundo piso del Malba. Por eso, hay muchas invitaciones a participar, como el gran lienzo con pinceles y óleos colocados al costado para que el espectador aporte su toque y sienta el placer de aplicar color. O lo que quiera. En el día siguiente a la apertura de la muestra, unos alumnos del Colegio Lincoln de Belgrano no podían creer que estuvieran autorizados a intervenir la tela de un museo. Y lo hicieron. El gozo de sentirse artistas se unió a la desmitificación de la obra de arte.
Yoko Ono es poeta y música por formación y toda su obra es metáfora: de lo que el hombre es capaz y de su responsabilidad ante sí mismo y ante el otro. Por ejemplo, sobre una mesa rectangular hay infinidad de partes de vasijas rotas, y cola y cinta adhesiva para que el visitante se siente tranquilo y arme su propia pieza. Mediante esta acción, Ono invita a poner un granito de arena en la reconstrucción del mundo. Pero no es necesario ir tan lejos. La sola experiencia de reparar un objeto a partir de retazos se traslada sin escalas al cuerpo y al corazón; es posible la enmienda, la solidaridad no es sólo un sueño. Hay también instrucciones que tienen mucho que ver con el ritual. La propuesta de clavar cada mañana un clavo que represente un pesar personal y atarlo con un hilo sobre una superficie dura es un ejemplo.

Los trabajos desbordan el espacio del museo y avanzan en el ámbito público en publicidades y convocatorias por las redes sociales. De hecho, la artista invita, hasta el 16 de octubre, a las mujeres de América Latina que hayan sufrido algún tipo de violencia sólo por ser mujeres a mandar una foto de sus ojos junto con un testimonio personal en forma anónima. Por otro lado, la instrucción que quizás mejor grafica el título de la exposición es aquella en la que Ono propone estampar un deseo de paz sobre algún país del globo. La artista japonesa, que nunca aceptó la ciudadanía americana a pesar de vivir hace años en Estados Unidos, puede por momentos parecer autoritaria. Sin embargo, no es necesario respetar las consignas completas ni sumarse a todas tampoco. Eligiendo algunas, que no cuesta porque todo parece juego, uno sale distinto.

 

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Más información:
Abierta hasta el 31 de octubre
Visitas guiadas: viernes y domingos a las 17 hs

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