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Aceptó perder un torneo por un error de anotación, sin protestas ni enojos hacia terceros. Acá, el perfil de uno de los grandes deportistas argentinos.

Texto: Francisco Arcuri

 

“Qué estúpido que soy”, pronuncia escupiendo una a una las palabras Roberto De Vicenzo. Dependiendo de cómo se lo mire: el reglamento, su compañero o él mismo lo han privado de definir mano a mano con Bob Goalby el Masters de Augusta, uno de los torneos más importantes del golf internacional.

Los inicios
El barrio Chilavert, en la Provincia de Buenos Aires, fue el sitio donde nació el flaco alto que deslumbraría al golf argentino e internacional. Ni su padre Elías, ni su madre Rosa Bagliova podrían haber imaginado en aquel parto ocurrido el 14 de abril de 1923 que Roberto ganaría doscientos treinta y un torneos.
“Vivíamos cerca de una cancha de golf y yo le llevaba los palos a los ingleses, desde los diez o doce años”, nos contó De Vicenzo. En cuarto grado dejó el colegio y a través del nocturno, logró terminar el sexto.
Además de jugar al tenis o a la pelota paleta, Roberto dedicaba cinco o seis horas por día al golf. A veces con algunos de sus cinco hermanos varones (también había una mujer) y otras, solo: “Todos jugaban, pero no se dedicaban”.
¿Cuándo te diste cuenta de que podías dedicarte profesionalmente al golf?
“Vos no te das cuenta: vas entrando sin darte cuenta; las cosas van viniendo naturalmente. Nunca pensé que iba a vivir del juego del golf”.

Explosión profesional
A los diecinueve años ganó el Abierto del Litoral, su primer torneo. Las largas distancias de sus golpes sorprendieron de inmediato a los seguidores de un deporte que no solía tener latinoamericanos en el primer plano internacional.
“No iba mucho a Estados Unidos porque me resultaba muy caro. Los impuestos eran muy altos. Jugaba más por Europa: era fácil entrar y salir”, recordó el hombre que lleva festejados noventa y tres abriles. No solamente eran altos los impuestos en la tierra de las oportunidades, sino que también se podía sufrir “estafas” en los Estados Unidos de América.
En Houston, Texas, De Vicenzo escuchó los lamentos de un caddie (hombre que le lleva los palos al golfista) por tener un hijo que sufría de leucemia. El argentino había trabajado como caddie en su juventud y sintió empatía por el hombre, sumada a su nobleza, tan destacada y ya conocida en aquel tiempo. Por eso, empático y noble, decidió buscar plata en sus bolsillos y dársela al “afectado”. El tiempo, ese gran aliado de la verdad, desenmascaró al estafador y la verdad llegó a oídos del, ya por entonces, exitoso golfista.
¿Es verdad que dijiste “Es la mejor noticia que recibí en el día”?
“(Risas) Sí, los cien dólares ya me los había sacado y con eso no iba a curar una leucemia”.

Gloria y honor
Los aviones partían para rincones de Latinoamérica, Estados Unidos y Europa. En cada rincón, De Vicenzo jugaba y ganaba torneos con su largo swing. El Abierto Británico, uno de los cuatro Majors, tuvo en 1967 la consagración del flaco argentino apodado “Spaghetti”. Curiosamente, en un país (y un mundo) exitista, a De Vicenzo se lo recuerda por la(s) victoria(s). Pero más aún, por un segundo puesto. Ése que Carlos Salvador Bilardo, entrenador del seleccionado de fútbol campeón del mundo en 1986, dijo que no es relevante y del que nadie se acuerda.
¿Cómo recordás el episodio de Augusta 1968?
“Una mala historia que me ha dado prestigio”.

Segundo puesto
En el día de su cumpleaños número cuarenta y cinco, el 14 de abril de 1968, Roberto De Vicenzo iba en busca de alzarse con el Masters de Augusta. Tanto el hombre de Buenos Aires como Bob Goalby habían llegado a doscientos setenta y siete golpes e irían a un desempate para definir al campeón de uno de los cuatro torneos más importantes del circuito golfístico. Tommy Aaron, tal como el reglamento lo indicaba, llevaba la cuenta de los golpes de Roberto. Tal como el reglamento lo indicaba, para que la tarjeta fuera válida, el argentino debía firmarla.
Ése día, De Vicenzo obvió un error de Aaron: en el hoyo 17, en vez de poner 3 golpes (los que el argentino había pegado), puso 4. Se vio por televisión. Si se firma menor cantidad de golpes, el golfista queda descalificado. Si se firma mayor cantidad de golpes, ése número es válido. Sin aquel error, De Vicenzo hubiera ido a una definición mano a mano con Bob Goalby por el Masters de Augusta.
“Soy profesional por muchos años y nunca pensé qué estúpido soy. Porque cuando jugás un torneo, tenés que chequear la tarjeta de puntuación cuidadosamente. Y yo hice algo malo hoy. (…) Me siento mal conmigo mismo y no creo estar tan cerca de ganar este torneo como esta semana”, relató aquel fatídico-glorioso día.
¿Cómo ves aquello hoy en día?
“Los reglamentos se han hecho para cumplir y yo tengo la obligación de cumplir esos reglamentos. Así es y será. Si no hubiera reglamentos, sería un ‘viva la Pepa’ (sic)”.

Televisión y filosofía
De Vicenzo se considera a sí mismo un fanático de la televisión: “Ha sido una compañera de millones de personas. Fue la amiga del hombre en su casa”.
Entre sus preferencias, el deporte se impone. Tenis, ese viejo recuerdo de la infancia, aparece en la conversación por la inolvidable Copa Davis, ganada por primera vez por la Argentina ante Croacia en noviembre pasado.
“Me pareció muy alentador para la Argentina lo de la Copa Davis. Del Potro se portó como un verdadero campeón. Por suerte, acompañado por todos los argentinos”, desarrolla y pasa a un concepto sobre el tenis en general: “Se puso muy inteligente, no es un raquetazo para pasar la red”.
Sin mediar pregunta, “El Maestro” pasa del tenis en general al deporte como motor diario: “Sin deporte no se puede vivir. Es natural. Es una parte de la vida. Fundamental para la mente y para el físico. A la mente hay que tenerla alerta. Si te quedás dormido, perdiste”.
Alguna vez pronunciaste “Si te apurás, nada parece ir suficientemente bien”. ¿En qué situación viste eso?
“No vas a aparecer mucho antes de lo que debías. Tuve una filosofía de tranquilidad; no fui ansioso, violento, nervioso. He sabido esperar las cosas. Cuando vinieron bien, las disfruté. Cuando vinieron mal, traté de solucionarlas de una forma posible. Al tiempo hay que darle tiempo”.

Al salón… de la fama
Tres Majors (Open Championship 67, Senior PGA Championship 74 y US Senior Open 80), seis torneos del tour del PGA (Player Golf Association), la Copa del Mundo de 1970 y cientos de torneos que ganó a lo largo de cinco décadas (desde 1942 hasta 1992) son el palmarés que exhibe la biografía de Roberto De Vicenzo en el Salón de la Fama del Golf, al que ingresó en 1989. Además de sus consagraciones, De Vicenzo terminó entre los cinco mejores en cuatrocientos noventa torneos.
El campo central del Ranelagh Golf Club lleva su nombre, al igual que el premio de la PGA a aquel jugador que gane la Orden de Mérito cada temporada. En 1980, fue galardonado con el Premio Konex de Platino.
Como marco para los Juegos Olímpicos de la Juventud 2018 que se desarrollarán en Buenos Aires, el Paseo de la Gloria homenajea con esculturas a los diez deportistas más destacados. Desde el 27 de marzo de 2015, De Vicenzo tiene su lugar allí, en la Costanera Sur de la ciudad porteña.

Familia y actualidad
En las siete décadas que llevan casados Delia Esther Castex y Roberto De Vicenzo, la Ciudad de México fue uno de los lugares donde supieron vivir y disfrutar. Hoy, residen en Ranelagh, frente a la estación y rodeado por sus dos hijos, sus nietos y sus bisnietos. Cuatro casas, una al lado de la otra, construyen el paisaje familiar.
“(Mi señora) Me ha enseñado muchas cosas: que había que ir derecho, que había que cumplir lo que prometía. Estoy completo y agradecido. Tanto mi mujer como yo tenemos buena salud”.
¿Seguís saliendo a jugar?
“Si hay buen clima, sigo pegando. Si puedo, pego”.

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