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Los ajetreos de fin de año y el apuro por terminar con los asuntos pendientes suelen llevar los niveles de estrés a su máximo punto en diciembre. Pero, al dejar todo esto atrás, enero suele ser un mes en el que se renuevan los proyectos y los objetivos para este año que comienza. En este sentido, proponerse combatir el estrés puede ser una gran meta a alcanzar en 2017, beneficiosa tanto para nuestro cuerpo como para nuestro cerebro.

Las investigaciones en neurociencias son contundentes: el estrés, en sus diferentes variantes de intensidad y duración, produce daños en el cerebro. Algunos son reversibles, si se realiza un profundo cambio en la forma de pensar y el estilo de vida. Otros pueden ser muy graves, como el caso de la muerte neuronal y los accidentes cerebro-vasculares.

La buena noticia es que el estrés se puede contrarrestar. Aquí, algunas estrategias:

 -Descubre tus propios estresores

Son determinados hechos, personas, situaciones, incluso objetos, que provocan estrés.

Para algunas personas es estresante dar un examen o hablar en público. Otras padecen, muchas veces en forma metaconsciente, los ruidos ambientales a los que su cerebro no logra acostumbrarse. En los ámbitos laborales hay factores que actúan como importantes estresores, como la sobreexigencia, la incertidumbre o la mala relación con un superior. Propongo hacer una lista de los propios estresores, ya que hacerlos conscientes es un buen punto de partida.

 -Duerme

El sueño es uno de los mejores remedios para el estrés y el agotamiento y, además, un buen aliado para resolver los problemas que aquejan durante la vigilia. Cientos de investigaciones confirman que dormir bien facilita el análisis de situaciones que implican decisiones difíciles.

 -Genera espacios de placer y diversión

La risa es muy saludable. Según una de las últimas investigaciones, las personas que contrarrestan el estrés con el humor mejoran su sistema inmunitario, sufren un 40 menos de infartos de miocardio o apoplejías y viven más.

 -Realiza actividades aeróbicas o practica algún deporte

Ello reduce los niveles de cortisol en sangre y mejora el funcionamiento de la memoria y, lo más importante, retrasa el envejecimiento.

Varias investigaciones coinciden en que las personas que practican un deporte, caminan, bailan o realizan algún tipo de actividad aeróbica tienen menores niveles de ansiedad que aquellas que llevan una vida sedentaria debido, entre otras razones, al efecto de estas actividades en sus neurotransmisores.

 -Acude al gimnasio cerebral

Los gimnasios cerebrales aplican metodologías e instrumentos que contribuyen a resolver las consecuencias de las situaciones estresantes y preparan a las personas para enfrentar los problemas que deben afrontar cotidianamente. La ayuda externa es muy útil como punto de apoyo para reflexionar, pensar y elegir, ya que el verdadero antídoto para el estrés se debe buscar en uno mismo, en el infinito potencial del cerebro.

 – Piensa en forma positiva

Ya no hay dudas sobre la relación que existe entre la forma de pensar de una persona, el nivel de desempeño de sus funciones cerebrales y los éxitos o fracasos que obtendrá en su vida.

Por ejemplo, un joven comprometido con el estudio de medicina que destine media hora diaria a visualizarse como un médico famoso, a los 40 años es altamente probable que logre ese propósito. Ello se debe, en gran parte, a que las imágenes mentales más fuertes se arraigan en el metaconsciente. Si los pensamientos son negativos, irán configurando neurocircuitos que inevitablemente conducirán a resultados negativos.

 – Genera nuevos aprendizajes

Las neuronas necesitan actividad, movimiento y experiencias energizantes durante toda la vida. El cerebro de una persona que se interesa por el conocimiento, que toca un instrumento, que decide aprender un nuevo idioma o emprender una nueva carrera universitaria incluso a los 50 o 60 años, como así también el de aquellas que cuidan y ejercitan su intelecto aun cuando viven en el medio del campo, funcionará mucho mejor que el de otra que lleve una existencia pasiva.

-El poder de una alimentación adecuada

La adopción de hábitos saludables no sólo ayuda a prevenir enfermedades graves, también es fundamental para tener un cerebro ágil y activo. Ha sido descubierto que una dieta rica en sustancias polifenoles y ácidos grasos poliinsaturados (que tienen propiedades antioxidantes) es efectiva para el cerebro.

Los polifenoles se encuentran en el té, en la cerveza, en la uva, en el vino, en el aceite de oliva, en el cacao, en las nueces y en otras frutas y vegetales. Los ácidos grasos poliinsaturados se encuentran en el pescado azul, en el maíz, en la soja, en el girasol y en la calabaza.

También es importante comer menos y de forma equilibrada.

 -Mantener una vida social activa

El hombre es, por naturaleza, un ser social. A medida que crece y forma distintos grupos (familia, vecinos, amigos, compañeros de estudios) va incorporando información nueva, y consecuentemente, su cerebro crea redes neuronales, amplía las existentes y, paralelamente, evita que desaparezcan algunas por falta de activación. Asimismo, la interacción social genera mayores ramificaciones dendríticas en el cerebro, lo cual facilita la conexión entre neuronas.

La actividad social también es fundamental para las neuronas espejo, no solo porque estas células son imprescindibles para los procesos de aprendizaje por imitación, sino también por su importante rol para interpretar las emociones y la conducta de los demás. También ha sido comprobado que quienes tienen una vida rica en relaciones sociales y experiencias compartidas se enferman menos y viven más.

Como se puede observar, no hay nada complicado y, mucho menos, imposible. Entonces: ¡manos a la obra!

Por Néstor Braidot, Doctor en Ciencias, Máster en Neurobiología del Comportamiento y en Neurociencias Cognitivas (www.braidot.com).

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